sábado, 26 de enero de 2013

Disfraz


Hoy me ha felicitado el médico. Vas impecablemente conjuntado. Me ha dicho. Me ha dicho que el tono de la americana se condecía a las mil maravillas con la alpaca gris marengo del pantalón. Me ha dicho de la perfección del nudo de la corbata. De su vuelo grácil aterrizando en la pechera por mor del oro del alfiler. Me ha dicho que nunca había visto algodón de camisa tan bien planchado. Y me he dicho, por fin, que el charol de los zapatos con que me arrastro brillaba negro y noche. Hoy, pues, me ha felicitado el médico. Mi porte. La prestancia. La caída de la ropa. 

Del dolor de tanta elegancia. Del tumor bajo el disfraz no me ha dicho nada.

18 - 1 - 13

sábado, 19 de enero de 2013

Resistencia

Obviamente no es cuestión de fuerza. Meticulosidad. Necesito ser meticuloso. Proceder con cuidado. La operación requiere solicitud. Extremo. Del viejo marco de plata he de quitar la foto. Su foto. Es un viejo marco de plata. De plata antigua. De esa plata abigarrada y grave que hay que lustrar de vez en cuando. El cristal manchea por acá y por allá. Huellas. Polvo incrustado. Algunos besos indelebles. Pretéritos. La plata precisa ser bruñida. Un óxido, como si fuera pesantez de tiempo, ha impuesto su mancilla por doquier. Es un viejo marco de plata. De plata antigua. También está añecida la foto expuesta. Su foto. Con su sonrisa de entonces. Y sus hoyuelos. Y la mirada que columbraba el infinito. Que no suponía que hubiera un fin. Que no suponía que algún día, hoy, yo tuviera que retirarla. Que despojarla. Que retirar la foto. Su foto. Porque se hubiera acabado.  
 
Obviamente no es cuestión de fuerza. Necesito ser meticuloso. Cuidadoso. Pero el marco se opone a ser desposeído. El cristal se afirma en su maculada transparencia. La plata reclama su derecho y se obstina en no ceder. La foto no abandona. Su foto. Se aferra, se argenta al soporte y se niega a marchar. Es como si marco y cristal y plata se rebelaran y defendieran su prenda. La foto, su foto, no se desprende.

Obviamente no es cuestión de fuerza. Es la última inercia del amor. La pura resistencia.

Exactamente lo mismo le pasa a mi corazón.

30.12.12

martes, 8 de enero de 2013

A mi Cristo de plata


Mi queridísimo cristo de plata:

Sin cruz, flotando crucificado en el mar jaspe de una medalla como de amatista, sin cruz, ingrávida, franca, desprendidamente colgando, sin cruz, mi cristo crucificado de plata sobre la mesa del despacho, muertemente velando. Mi pequeño cristo de plata crucificado -sin cruz- en la laja cornalina, yo sé que a tu retorcido cuerpo de carne y verbo le ofende el metal rico en que te apresó el ignorante orfebre; yo sé que, sin cruz, tus palmas y tus plantas y tu torso necesitan el hogar de su madera y repugnan el tacto frío de la preciosa piedra. Reclaman una simple cruz de madera en que perdonar. Y posarse.

Sin cruz, mi queridísimo cristo de plata sobre amatista u ónice o ágata, no sé, reducción, bagatela, miniatura gigantesca, por qué no, mi cristillo descrucificado, ahora que puedes, sin cruz, sin plata y sin piedra, reencarnado, a lo grande, por qué no se lo pides a tu padre y, de nuevo, vuelves sin cruz a la tierra. Al acecho -¿por qué no?- te espero.
 
De "Cartas a mis cosas".