domingo, 29 de septiembre de 2013

Maña

Es difícil. Abrirlo. Si tan sólo es cuestión de fuerza para mí será imposible. Si interviniera la maña… Entonces sí. Entonces sí podría tener éxito. Soy hombre de cuidados. No de bríos. En cualquier caso, maña o fuerza, es difícil abrir el tarro. La tapadera se resiste. Insiste en no ceder. En no cederse. En no cedérseme. Lo he intentado. De hecho, lo llevo intentando no sé ya cuánto tiempo. He empleado, incluso, un artilugio mecánico de ésos. Una maravillosa palanca universal comprada al charlatán de un rastrillo. Un formidable abretodo ante el que ningún cerramiento, ante el que ningún taperujo se atreve. Pero, claro, nada. Aquí persisto forcejeando. Perdiendo.

Es difícil abrirlo. De repente se me ocurre. La idea. La idea simple. Maña pura. Romper el vacío del frasco. Procurar romper el vacío del frasco. Así, cojo de entre todos el cuchillo más puntiagudo. Con exactitud, milimétrico, lo penetro por la frontera entre el cristal y la tapa. Aprovecho el más mínimo intersticio y hundo el pico del acero hasta desflorar, muy suavemente, su hermetismo. Pop. Ya está. Roto. En efecto, roto el vacío. Abierto lo imposible. 
Es difícil abrirlo. Si yo pudiera. Ay, si yo pudiera. Pero ni hay abretodo milagroso ni navaja lo suficientemente, lo suavemente punzante, ni conozco, ya, la maña cuidadosa como para romper el vacío de su corazón.

7 - 7 - 13

 

sábado, 21 de septiembre de 2013

Paraguas

Sufro cáncer de piel. Por si vivir fuera poco. Sufro hasta la piel. Por eso, en el ferragosto, intento proteger mi pena cubriéndome con un paraguas. Un paraguas negro que juega a quitasol. Debo cobrar un extraño aspecto, entre transeúntes tostados medio desnudos, coronado por mi paraguas el lino impecable de mi traje veraniego. Yo me preocupo en bajar el horizonte de mi artilugio hidrófugo hasta la cota de mis ojos. Así, aislado, no veo la burla del otro.

La calafateada tela negra es tupida. Prácticamente impenetrable. Pero, aun así, mientras camino la vida, el sol la reta. Y la vence. Yo, bajo la seta embreada del paraguas, soy, a pesar de todo, herido por la estrella. Todopoderoso, el sol se filtra. Se infiltra sin dificultad entre la oscuridad de mi refugio y me quema. El sol arde arrogante mi piel. Abrasa mi cáncer maldito.

Tú, desde hace ya tanto, has desplegado el paramor que me impide. Tu inexpugnable paramor. De esta manera, mientras caminas tu vida me vences. Yo intento herirte otra vez con mis flechas. Todopoderosas. Colar, colarte mi corazón mendigo. Pero tú, arrogante, con tu paramor imposible, rindes. Me rindes. Mis pobres saetas caídas. Mi pálpito detenido. Mi bajo sol. Y sólo me dejas mi cáncer maldito.

30 - 7 - 13



domingo, 8 de septiembre de 2013

Hiena

Hace tantos versos. Hace ya tantos versos que no. Así que. Aquí. Ahora. Tísico de poesía. He perdido, sí, la costumbre de tu pecho. Una cruz. Hay una cruz clavada en cada beso que no te alzo. El tiempo terco. Degollado. Y, en consecuencia, el dolor me crece como uñas. Soy no más que la víspera de que me renegaras. Escribo desde la hiena. Soy no más que una hiena humana. Completamente. Completamente hienando. Llenándome de… También he muerto. Me he muerto sólo un poco. Hasta los tuétanos. Ya no está dios. Con nosotros. Ya no nos está dios. Nuestro dios que era simple carroña. No nos resta, siquiera, tierra. Ni ejercicio metafísico.

28 - 7 - 13

domingo, 1 de septiembre de 2013

Astilla

No sé de qué rama o de qué palo o de qué vena, la astilla. Una mínima y malévola púa se me ha clavado en la pulpa del índice. Escociéndome, se me ha entrado un puñalito de madera. Cuando señalo con mi dedo la carne se me tensa y me pincha más. Es curioso. A mí me entusiasma la madera. Su brillo. El río de sus vetas. Su nobleza. Su potencia de arte. La taracea. Me entusiasma la madera. Es la primera vez que me hiere. También es la primera vez que me penetra.

Ojalá, ahora que lo viento, al menos una astilla de ella, de mi ella, de alguna de sus venas, me residiera clavada en mi dedo corazón. Ojalá, escociéndome, zalameramente me doliera. Ojalá me punzara al tensar el amor. Ojalá me penetrara, todavía, su madera. La madera de ella…

10 - 7 - 13