domingo, 21 de abril de 2013

Enyesada

Finalmente la han tenido que enyesar. Me la han tenido que enyesar. Aunque no salía en las radiografías ni en las resonancias magnéticas ni en ninguna exploración médica. Jugaba al escondite con los rayos equis y con todas las ondas perseguidoras que la pretendían. Aunque ningún facultativo la ha visto, esa es la verdad, finalmente me la han tenido que enyesar. Porque, eso sí, el diagnóstico era claro. Y unánime. Tiene usted el alma rota. Fracturada. Me han dicho. Tiene usted el alma fracturada.

Me han preguntado si me había caído. Si me había dado algún golpe últimamente. Si había tenido algún percance. Algún accidente. Han quedado estupefactos cuando les he respondido a todo que sí. Que sí. Que, en efecto, sí se me había caído vertiginosamente el alma hasta el mármol rígido del desamor. Que, en efecto, sí me la había golpeado un puñetazo de dios. Que, en efecto, sí, mi alma era un puro percance, un impuro accidente sin substancia.

Así que, finalmente, me la han tenido que enyesar. Y aquí estoy. Con ella fracturada. Rota. Con el alma en cabestrillo. Arrastrándola, arrastrándome, escayolada, arrastrando la vida escayolada, añicos el interior.

6 - 4 - 13

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