domingo, 26 de julio de 2015

De la mano

El lugar era feo. El tramo final, sin salida, de la escalera. A ninguna parte. Habíamos subido, ella y yo, clandestinos, sin saber adónde. Habíamos subido disfrutando cada escalón. Cogidos de la mano. Subiendo el corazón en cada peldaño. Jadeando cada beso. Habíamos llegado. Arriba. El lugar era feo. Un descansillo ciego. Sucio. Una escombrera perdida que embellecimos labio a labio. Como un palacio abandonado.

“De Teoría de Fragmentos”.

domingo, 19 de julio de 2015

Hostias et Preces

En verdad te digo, señor, que no tienes que suplicarme el perdón, ni alabarme, ni ofrecerme ningún sacrificio. Dios derrocado, serás amnistiado gratuitamente porque para mí y para todos los hombres muertos buenos es más fácil exonerarte que odiarte. Ni yo ni ningún otro hombre ya muerto queremos eternizar nuestra muerte en rencor hacia ti. La eternidad es demasiado tiempo detestándote. A diferencia de ti no conozco el rencor perenne. No quiero conocerlo. No quiero malgastar mi muerte. En verdad te digo, señor, que creo que tú, como máximo otro, también tienes una alma que se puede cuidar. Que se puede alimentar. Que se puede convertir. Yo y todos los hombres muertos a los que has atormentado queremos que pases, señor, a la buena muerte. Al lado de la bondad. A la banda de la fragilidad prometedora.

De “Réquiem”.

domingo, 5 de julio de 2015

Sanctus

En verdad te digo, señor, que no se puede ser dios bueno si se es dios de los ejércitos. Que no se puede ser hombre bueno si se es hombre de los ejércitos. La santidad, claro, dios mío, no es posible. Pero es absolutamente inalcanzable en ningún cielo ni en ninguna altura. En verdad te digo, señor, que es una impostura la santidad cerca del brillo de las armas o en el vértigo de arriba. Sólo puede aspirar a ser santo -ola inconseguible- el poeta que se permanece a ras de palabra, en el fango en el que crecen las azucenas. La santidad, si es, es cosa de abajo. De muy abajo. Sólo de abajo.

De "Réquiem"