Miro la ventanilla. Por su transparencia. Miro. Súbitamente, la arboleda. Lila. La arboleda lila. Troncos, ramas, viento, invierno, todo lila. El vagón se impregna de morado y yo, viajero violado, estoy, súbitamente, amorado, soy sólo amor. En el tren. De bien en cuando. Sucede.
domingo, 24 de abril de 2022
PoesíApp: El tren
PoesíApp: Carta a mi permanente hija
Tu madre, persistente.
PoesíApp: El profesor azul
PoeíApp: El general de la guerra
PoesíApp: Solo
sábado, 5 de marzo de 2022
PoesíApp: Poema abierto a esa niña...
jueves, 24 de febrero de 2022
PoesíApp: "Otra vez la guerra"
domingo, 13 de febrero de 2022
PoesíApp: Inerte
Ayer, siempre ayer, jugué a morirme. Por ser un simulacro, por saberlo -¡ay, saber!-, por saberlo, tal vez el experimento no funcionara. Tal vez. Yo me morí. Ayer. Lo intenté. Cerré los ojos. Dimití de respirar. Clausuré los recuerdos. No escribí más nada. Nada. Ya. Así, muerto -yo lo intentaba-, comparecía en una suerte de cenestesia negativa. Todo me cesaba. Sin palabra. Sin cuidado. Sin cedros. Así, muerto -yo lo intentaba-, intenté verla. La luz. Esa dichosa luz. Pero -tal vez porque me sabía en simulacro, no funcionara- no la vi. Del otro lado. No la vi. Sí me iluminaba. La vida me iluminaba. Pero de este lado. De éste. Sólo desde este helado.
PoesíApp: Discrepancias científicas:
Primera.- Según los manuales de Estadística un porcentaje del 0'1 es despreciable. El hecho de que, por ejemplo, el 0'1% de la población -palabra odiosa: uniforme y negra- se alimente de trasparencias y de la eufonía de libélula; tal hecho, digo, tal evidencia gastronómica -tal vez astronómica- resulta estadísticamente irrelevante.
Tranquilos, muy tranquilos pueden estar -lo están- los miembros de ese casino -el 0'1% de la población- que poseen el 90% -tal vez el 99%- de todas las opacidades y de la cacofonía de opulencia.
Segunda.- Según algunos manuales de física la nada no existe. Es imposible que en el universo haya nada. Es imposible el absoluto vacío. Nada y vacío tienen nombre...
Por supuesto esos miserables físicos -bienintencionados, radicalmente cretinos- jamás se han ocupado en investigar mi corazón.