domingo, 5 de marzo de 2023

PoesíApp: El soldado

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El soldado que no quiso ser soldado, que no se atrevió a no serlo, ahora, en el frente, solo, con su uniforme sin pecado -todavía sin pecado-, ha sobrepasado su vanguardia y se acerca al enemigo. De repente se ha arrepentido de su ser soldado y, no más que uniformado, en su avance topa con otro. Rival. Está herido. El soldado otro está muy herido. Genuflexo, junto a él, el que no quiso serlo rasga la pata de su pantalón cándido e improvisa un vendaje amigo. Cuidadoso -madre y hermano-, aplica el apósito al camarada adversario e intenta curarlo. Lo logrará o, tal vez, no. Pero, satisfecho o inmenso triste, sin duda, se habrá sanado a sí mismo.

domingo, 12 de febrero de 2023

PoesíApp: El hermano Juan Bautista

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Desde mi más tierna dolencia hasta su continuidad en la primera juventud estudié con los Hermanos de las Escuelas Livianas. Guardo un buen remiendo. Aprendí mucho. Ciencias. Letras. Hipocresía. Bondad. Recuerdo, sobre todos, al Hermano Juan Bautista que, durante mi docencia, fue suspendido de sus funciones y expulsado de la orden. Sus clases de Religión me eran puro goce. Sostenía -y nunca se enmendaba- una teología heterodoxa. Fascinación. Sostenía que los teólogos, a lo largo de la historia, se habían empeñado en un Dios monomaníaco del todopoder, un Dios muy humano, por tanto; un Dios reverenciable al que nos debíamos dirigir genuflexos. El hermano Juan Bautista proclamaba, en el desierto, un dios frágil, vencible, un dios bajito que mendigaba nuestra protección y al que debíamos amar compasivamente. Ay, el hermano Juan Bautista, al que tanto remiendo. Suspendido. Y expulsado.

PoesíApp: San Eusebio

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Dicen que San Eusebio de Labia expuso, en algún manuscrito desaparecido, esto, o algo enrarecido a esto. Disertaba el santo labiense sobre el padrastro tiempo. Concluía como específico de éste su devanabilidad. El tiempo se alonga, se prorroga infinitamente a sí mismo en sin igual, en exclusiva tenacidad. Así, aquello a lo que el hombre -ese hijastro mísero- llama 'contratiempo', debiera ser llamado 'protiempo', porque cualquier contratiempo humano no hace sino dilatar la pena, alongarla, prorrogarla. Lo que llamamos 'contratiempo' no se opone: reafirma la sustancia insoportable del tiempo. Ay, San Eusebio...

PoesíApp: La píldora

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Mi condición de profesor universitario me ha facilitado conocer a muchas personas de gran interés intelectual, moral y azul. A lo largo de mi ría, por ejemplo, coincidí con una reputada científica dueña de la empresa farmacéutica NORTH. Charlando con ella, aprendiéndola, me enseñó sobre un nuevo específico: la NORTESTIMULINA, que me fascinó. Y, también, me perturbó. Aquella imponente investigadora había descubierto, su Compañía lo había logrado, una píldora cuya ingesta alentaba al paciente hacia el norte seguro... Ay, qué añil promesa de consumación para mí que, a lo largo de mi ría, siempre había navegado desbrujulado.

domingo, 22 de enero de 2023

Sopa

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En el supermercado. Aunque parezca mentira, en el supermercado. Colmado de tantas cosas superfluas. Allí la he encontrado. En la sección de preparados. En un sobre amarillo. Llamativo. Con fideos. Advertía la carátula. Sopa maravilla con fideos. He hecho abstracción, claro, de los dichosos hilos de pasta. Pero a lo que no me he podido substraer es a la maravilla. Así. La maravilla. Nada menos que la maravilla ofertada impúdicamente en un llamativo sobre amarillo. En el mismísimo supermercado. Entre tantas cosas superfluas.

Huelga decir que, ansioso, me he hecho con ella. Lector empedernido, he devorado, crudas, todas las palabras publicitarias. Sobre la ostentosa carencia de conservantes y colorantes. Sobre su sanidad en grasas. Sobre la naturaleza excepcional de la exquisitez culinaria. Ávido, he engullido, también, la leyenda de los ingredientes. Y por fin lo he comprendido. Ahí radicaba la maravilla. La maravilla de las maravillas.

Sin cuantificar, eso sí, el porcentaje, he leído extasiado que la sopa contenía potenciador del sabor y, nada menos, aroma de humo. Aroma de humo. Estupefacto, una vez en casa, siguiendo con escrupulosidad las instrucciones, he cocinado la maravilla de la sopa y la he sorbido, en efecto, la he sorbido con fruición, aspirando convulsivamente, como un enfermo, su perfume.

Yo quisiera, es lo que más quisiera en este mundo, saber aderezarte, en el supermercado de mi corazón, colmado de tantas cosas, saber guisarte mi sopa maravilla, sin fideos, con potenciador del amor y, nada menos, aroma de humo. Aroma de humo. Pero, ni sé yo, ya, adobártela. Ni estás tú, ya, para sorberla.

Perro viejo

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Está esperando. Fumando el tiempo despaciosamente está esperando. Fumándose despacio el tiempo. En el límite del parque. De vez en cuando, entre las vaharadas de su propio humo, mira hacia atrás. Tranquilo, mira hacia atrás. Y, allá lejos, está él. El perro viejo. Que avanza sin avanzar, derrengando cada paso, los ojos cansados, la melena cansada, exhausta la vida. A través de las cataratas columbra a su amo fiel. Que le espera fumando. Como siempre. Como siempre le espera. Y el perro viejo hasta ensaya menear la cola.

Yo, perro viejo también, observo envidioso tanta mutua lealtad. De repente, en súbito susto, miro tras de mí y, claro, no veo a nadie enamoradamente esperando.

Estilo Epistolar

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Querido hijo:

Ahora que tienes un tercio de mi edad y, quizá, el doble de lo que me falte quiero pedirte que te calces mis gafas y mires conmigo la distorsión de la vida. Con mis gafas pareces mayor. Casi tan lejos como yo. Yo, sin ellas, veo borrosas hasta las gafas que llevas puestas que, por cierto, me parecen muy similares a las mías. ¿Recuerdas, hijo, dónde he dejado yo mis antiparras? A mi edad se olvidan las cosas. Y las gafas también. Y sin mis gafas, hijo, no veo bien. Claro. No veo claro. Incluso a ti, que tienes una figura atlética, un corazón nítido, una cara nueva, te veo borroso. Es más. Te veo con gafas. Y yo no sabía que usaras gafas. Aún más, aunque apenas las distingo, me suenan mucho. ¿No estarás jugando, tomándome el viento, y me las habrás cogido a hurtadillas y te las habrás puesto? Así, como jugando. Conmigo. Tu viejo. Jugando…

(De "Curso de Gramática")

He podido

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Muy señores míos:

Aunque les parezca mentira, ya está. Por fin, tras tantos años de denodada lucha, lo he conseguido. He logrado inventarlo. Ustedes me advirtieron de que era imposible. Me insistieron en que no podría triunfar sobre la naturaleza. Contra Dios. Pero lo cierto, hoy, es que ya está. Ningún hombre lo había logrado. Ninguno lo repetirá. Yo lo estoy viendo y no me lo creo. Y me da miedo. Y puesto que soy su fautor, me atrevo también a ser su verdugo. Lo destruyo y moriré con él satisfecho. Aterradoramente harto. Pero he podido.

(De 'Teoría de Fragmentos')

miércoles, 21 de diciembre de 2022

¡Feliz Navidad!

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Sí. A mí. No sé a los demás. A mí, sí. Hace tanto. Se me mostró. Me apareció. La estrella. Su cuerpo y su estela. Se me exhibió el cometa. Nocturno y diurno. Fulgor constante. Constante relumbrón. Obvio. Era obvio que el meteoro se me manifestaba. Se me ofrecía. A mí. No sé a los demás.  Me fosforescía personalmente. Hace tanto. Durante tanto... Es cierto que nunca se ha detenido. Que nunca me lo he explicado. Que nunca me lo he sabido explicar. Qué torpe. Yo. Qué torpe. Y también es cierto que desde hace algún viento su resplandor decrece. Me disminuye. Su centelleo se me resuelve en menos y menos esplendor. Qué torpe. Yo. Qué torpe...

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Bertold Brecht. Ese genio. Ese traidor

Bertold Brecht es un genio del teatro. Se puede aceptar sin temor a incurrir en exageración que inventó un tipo. Un tipo de teatro. Un teatro político de índole marxista que resolvió en nuevo, en profundamente original, al aplicarle el efecto del distanciamiento. Un teatro épico que marca un antes y un después en la historia. Un teatro épico de inmensa influencia posterior. Sólo los genios aportan, aparte de su obra, el carácter de hito. De referencia.

El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico. Escrito desde una convicción política manifiesta con la intención de convencer. Es un teatro explícitamente moralizante cuya última pretensión es movilizar al público en el sentido del compromiso, incluso del compromiso revolucionario. Es un teatro escrito por un dramaturgo moralista, por un dramaturgo aleccionador que se sabe en posesión de la verdad ética. 

El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico, repito. Reparen, por favor, por ejemplo, en estas palabras de nuestro autor, fallecido en 1956, publicadas en la solapa interior de una edición alemana de Madre Coraje de 1965:

 

Lo que principalmente debe mostrar una representación de Madre Coraje es que los grandes negocios en las guerras no son hechos por las pequeñas gentes; que la guerra, que es una continuación de los negocios con otros medios, es mortal para las virtudes humanas y también para sus poseedores. Y que, por consiguiente, debe ser combatida.

 

Nuestro autor impone al espectador la interpretación del drama; el espectador no es libre. Brecht es todopoderoso… Afortunadamente para él – y para nosotros – su genialidad le permite, aunque no lo sepa, superar su arrogancia compositiva y su propia teoría dramática.

El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico, insisto. Así lo entendió sin duda alguna Roland Barthes cuando escribía:

 

El teatro brechtiano es un teatro moral /…/ las situaciones arquetípicas del teatro brechtiano /…/ pueden reducirse a un problema único: ¿cómo ser bueno en una sociedad mala? Me parece muy importante destacar debidamente la estructura moral del teatro de Brecht [1]

 

En efecto, Brecht escribió y escribió sobre la bondad. Incluso diría que predicó sobre ella. Pero, sin embargo, cuesta – me cuesta – aceptar que él mismo fuera un hombre bueno. En el machadiano sentido del adjetivo. En el evangélico sentido. La bondad se intenta mucho más que se consigue. Y, por supuesto, la bondad ha de ser discreta. La bondad, o es circunspecta, casi clandestina, o no es.

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