sábado, 21 de octubre de 2023

PoesíApp: La pena humana sobre la tierra

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Cientos de miles. Tal vez millones de años. Los biólogos no concuerdan. O, al menos, yo no les entiendo. Cientos de miles. Millones de años, dicen los biólogos, persiste malviviendo el hombre sobre la tierra. Yo no sé cuánto. Pero sí me causa pesadumbre insoportable saber que desde hace tanto tiempo -todo el tiempo, en verdad: me temo que el tiempo sólo corre en función del ser humano, que el tiempo sólo corre para colmar la tragedia de ser humano-; me causa pesadumbre insoportable, digo, saber que desde hace tanto tiempo, cientos de miles, tal vez millones de años, hay pena en la tierra. Porque hay hombre. La pena. Exclusiva. Nuestra.

PoesíaApp: Eutanasia de Pargo

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En la ciudad mediterránea, rubia y añil, lo instalaron hace muchos años. No era un megalómano edificio pseudomarino costero. Se trataba de un tímido acuario, de una pecera cúbica de un par de metros cuadrados de base por otros dos metros de altura. De altura de agua. Salobre. De humana altura de agua. Nadaban, impertérritas, mojarras y doradas y sardinas. Un día de cada día, el gamberro. Martillo en ristre destroza la transparencia. El agua se vierte, inútil, por la calle sangrienta. Yo estoy allí en casualidad pura. Un pargo, todo ojos, gelatinoso y feo, boquea sobre la acera. Desubicado. Me da asco. Lo acojo en mis manos -olas- y lo acaricio. Y hasta le atuso sus últimas escamas frías. Me da asco. Pero cuido sus estertores. Al fin, muere. Siempre el final es morir. Mas, un día de cada día, no ha muerto solo. Ni desamparado. Mi pargo.

PoesíApp: PenetrándoME

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Nadie ha penetrado tan interior, tan sosegadamente. Nadie me ha entrado tanto. Ella. Sólo ella. Ella ola. Ella lee. Me lee. Y al vivir, al revivir mis versos, no pronuncia. Sola, lee. Y, allí, en lo hondo de su lectura mar - silencio y yo, yo en su silencio-, Ella lee, Ella me lee con mi voz. A nadie he entrado tanto.

PoesíApp: Presas infantiles

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Todas las playas de todas las mares, de todas las tierras, comparten un finito común. Poeta, no hablo ni del finito de la luz, ni del finito del azul, ni del finito del salitre, ni del horizonte finito. Poeta, tampoco hablo del finito de los cuerpos, hermosos, unos, pletóricos; derrengados, otros; frágiles, humildísimos, todos. No. Poeta, no hablo de nada de eso. Hablo del finito de los niños desnudos, del finito de los niños desnudos de raza, desnudos de clase, desnudos de dios, desnudos de lengua. Hablo, poeta, de todos los niños de todas las playas, de todas las mares, de todas las tierras, de todos los niños finitos, desnudos e iguales, que, en todas las playas, se empeñan, en infinita belleza, en hacer caber toda el agua, el agua toda, en su pozo de arquitectura playera; que se empeñan en frenar el ímpetu de las mareas con su dique de arena.

lunes, 28 de agosto de 2023

PoesíaApp: 'Braslí'

Fotografía Pixabay
Hoy por la mañana tenía contratado un masaje muscular profundo en el gimnasio/spa del hotel. Más que puntual, me he personado. De súbito, me han acomodado en una cabina sicalíptica. Tenue luz. Musiquilla insinuante... No sé de dónde ha surgido una endemoniada belleza sudamericana que me ha sugerido ponérmelo. Sólo eso. Ponerme sólo eso. Un livianísimo adminículo al que ha llamado 'braslí'. Con discreción, la simpar sureña ha abandonado el cubículo para que yo procediera a la investidura del sucinto trapo. Ante mi sorpresa, éste era tan, tan diminuto -yo no soy hombre especialmente dotado- que el taparrabos apenas si cubría lo que debiera... Excitado, casi descubierto, casi desnudo, la puerta ha vuelto a abrirse. Ahora... Era el momento... Excitado, casi desnudo, he asistido con estupefacción decepcionante al ingreso del fisioterapeuta para mí designado. Un maromazo aragonés de pelo en pecho que, sonriendo, ha machacado mi viejo cuerpo. Muscular profundo.

martes, 25 de julio de 2023

PoesíApp: La imperfección

Pexels (Elif Deniz Karabacak)

Según se dice -parece dicho por expertos en matemáticas, aritmética y geometría-, a todo lo largo y ancho del universo no hay ni una sola figura perfecta. Según dicen, es imposible para el mundo un triángulo, un cuadrado, una circunferencia perfectos. Tan sólo en un orbe ideal sería factible el completo primor formal. Sin embargo, el poeta -experto en humanidad- sabe, sabe, que cada hombre está irreprochablemente terminado. Consumado. Es miserablemente cabal. Absoluto. Frágil. Exacto. Cada hombre.

PoesíApp: Colección de crucificados

Pexels (Piotr Arnoldes)

Comprendiéndolo, nunca lo he entendido. El panteísmo. El pancristeísmo. Que Jesús, que es quien me importa, esté por todos lados, en todos los campos. Hace sólo unos días resolví un tanto más esta mi perplejidad. 

Sala del museo. Colección de crucificados. Marfil. Mi sorpresa: en el colmillo fálico de un grotesco animal bueno, de un animal gigante, esperpento, se permanece agazapado, Él, aguardando el albur del artesano, del escultor, del hacedero. En el colmillo reposan, expectantes, sin saberlo, el pudoroso paño, el exquisito paño, las piernas quebradas, los pies en puro desperfecto, las manos taladradas, los brazos universo, la herida del costado, la anémica tablazón del pecho, el tórax deshinchado, el corazón perpetuo, el rostro -sangre, perdón, miedo-, la frente espinosa, la afrenta de tanto cuerpo detenido en ese exacto  muriendo. Todo eso -pancristeísmo- en el colmillo fálico de un grotesco animal bueno.

PoesíApp: El Tiempo

Pexels (Julia Volk)

El monasterio milenario. Cueva. Piedra. Azul. Y versos. Todo leve. Todo pesa. Tanto tiempo. Nacimiento. Muerte y nacimiento. Le nacen lenguas al monasterio. Pero, sin cese, la muerte: muerte tras muerte de monjes y legos. Escritura y muerte de manuscritos y rezos. Arte y muerte conviviendo. Perdurando, el tiempo. Solo. El tiempo. En el atrio, incógnitas, tres tumbas. Trinidad de polvo, amnesia,  desprecio. Tres reinas eternamente cero. Anónimas. Anémicas. Tres tumbas apenas asiento para visitantes viejos. ¡Ay! El tiempo. Cómo se burla de la realeza y de la belleza y de Dios. ¡Ay! El tiempo. Vértigo...

PoesíApp: Melitón y Albina

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No los conocí nunca. Tal vez, sin embargo, los he reconocido siempre. La esencia, el miedo. Ya su nombre -abejas, música y candidez- era un verso. Un hexasílabo íntegro. Un cuadrado perfecto. Se llamaban Melitón y Albina como se podrían haber llamado libélula y vuelo. Su vida: hambre, orinales, ovejas y, por fin, dinero. Él, pastor büeno. Ella, pobre eterno. Ambos olían, siempre olieron, a lechuga, a tomate y a heno. Por fin, con su dinero -limpio, misérrimo-, compraron el cielo...

viernes, 16 de junio de 2023

PoesíApp: Los arneses

Katya Wolf (Pexels)
No cabe duda. La realidad es compleja. A veces, un efecto diseñado para controlar, para someter, puede convertirse en un afecto protector, en un afecto cuidador. Por ejemplo, los arneses.

Concebidos desde el poder para sujetar al caballo o al soldado -para el poder, un caballo y un soldado no son calidades, pero sí cantidades semejantes-, los arneses, en manos maternales, devienen en atención y primor.

Así, cuando yo era padre de un bebé lo transportaba colgado de mí, embarazado de él, mediante un artilugio arnesiano que lograba que el niño fuera a su ser, regalándome su espalda y asomando al mundo en apoteosis de curiosidad.

Y otro caso. Cuando yo cumplía el servicio militar prostituía el uso de la mochila de campaña y su arnés. En lugar de cargarla de bombas y de tanques y de metralla, la atiborraba de poemas y de granadas -rojísimas, jugosas- y de crepúsculos en azul.

En fin. Que no cabe duda. Que la verdad es compleja. Que, a veces, el hombre, el poeta sobre el lodo, es capaz de transgredir.