domingo, 12 de mayo de 2013

Hierro

No existe la eternidad. La eternidad pequeña. La eternidad del tamaño del hombre. Del tamaño de un hombre. La mía. No existe, ya, mi eternidad.
 
No sé de la grande. No sé si Dios es eterno. Si es eterna la electricidad de una centella. O el odio. No sé si son eternos. Ni me importa.
 
Pero sé a ciencia cierta, ahora, que ahora no existe mi eternidad. No existe la eternidad del tamaño de un hombre como yo.
 
Antes sí. Antes yo era eterno. En pequeña proporción. No como Dios o la luz de una centella o el infinito del odio. No. En proporción pequeña. Yo antes era eterno en el amor. En su alegría eterna. Y no imaginaba, ni siquiera imaginaba, que la eternidad se pudiera acabar. Que se me acabara. 
 
Nadie -sólo yo- es capaz de tanto hierro. Del hierro de saber esto. Un hierro sin Dios. Sin centella. Sin odio. Puro hierro. Yerro eterno.
2 - 5 - 13

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