Mi queridísima pizarra:
Qué fácil borrarte, mi queridísima pizarra, almario verdinegro en el altar del aula. No es indeleble tu pasta, pizarra. Eres hojaldre de horas y verbos que pasan y se dejan y pasan. Y vuelan. Palimpsesto eterno, sangre mil veces reescrita, tesón mil veces incorrecto. Hecha polvo, la tiza te amenaza y hace polvo mis versos, mis lunas, mis anclas. Dónde está mi biografía tantas vueltas trazada, pizarra, tantas vueltas por tu borrador -cruel- zafada. Dónde está la enciclopedia que mis manos -mis dedos- te han tatuado durante tanto viento. Pizarra. Tanto lento viento. Cisco. Cenizas hecho todo mi pensamiento.
Mi queridísima pizarra, reloj implacable, despintado tiempo, aunque parezca que no esté, yo sé que estoy -olvidado, en borradura- en tus tuétanos. Sé que, a hurtadillas, impregnado, me llevas dentro. Sé que -pasajero- te pertenezco. Sé que en mis palabras caídas, quitadas, tuyas, también me quedo.
Mi queridísima pizarra, reloj implacable, despintado tiempo, aunque parezca que no esté, yo sé que estoy -olvidado, en borradura- en tus tuétanos. Sé que, a hurtadillas, impregnado, me llevas dentro. Sé que -pasajero- te pertenezco. Sé que en mis palabras caídas, quitadas, tuyas, también me quedo.
De "Cartas a mis cosas".
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