Había tomado el tren hacía ya muchas horas. Llevaba viajando y viajando. Los pasajeros subían y bajaban. A veces unos. A veces otros. El tren no se salía un palmo de sus raíles. Se dijera que le diera miedo probar. Ocupaba un lujoso departamento de primera. En exclusiva. La vida pasaba por fuera de la puerta. Acristalada. Y de las ventanas. Veía pasar la vida. Los saloncitos contiguos se ocupaban y desocupaban. En continuo ajetreo. Los paisajes se hacían naturaleza muerta en la ventanilla y se relevaban. Pasmosamente. Veía pasar la vida. Siempre solo. Su lujoso compartimento lo ocupaba en exclusiva. El traqueteo apenas se notaba entre tanto muelle. Fuera el tren bullía. Fuera bullía la vida. La vida pasaba fuera. Sólo fuera. Él no la vivía.
De "Teoría de Fragmentos"
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