domingo, 10 de noviembre de 2013

Mi querido disco compacto

Mi queridísimo disco compacto:

Jamás pude entenderlo. Cuando era niño, un viejo profesor de matemáticas me explicó que el infinito era redondo. Yo no daba crédito a lo que le estaba oyendo. Aquel hombre sabio conocía lo que fuera el infinito. Un círculo. Yo le devoraba con los ojos, que me palpitaban, taquicardíacos. Le devoraba con el corazón puesto en los ojos. Necesitaba ver cómo era aquel ruedo, aquel aro, aquel tejo fantástico que todo lo comprendía. Un infinito redondo. Yo recordaba de alguna otra lejana lección que el límite de un círculo era su circunferencia. Y pregunté por ella. Profesor, profesor,... ¿y ese círculo no tiene circunferencia? El viejo maestro se sonrió. Y dijo: Ese círculo, claro, no tiene circunferencia. El infinito es un círculo sin fronteras. El infinito es, simplemente, redondo. Un espejo redondo.

Jamás pude entenderlo, mi queridísimo disco compacto, hasta que, muchos años después, te escuché el alma. El infinito, en efecto, lo llevabas entrañado. Lleno.


De "Cartas a mis cosas"

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