sábado, 22 de febrero de 2014

Duermevela

Sólo la poesía puede decir la música. La música sugiere, sólo, versos. La música transpone a un estado de trance poético. De éxtasis lírico. Una duermevela apasionada donde lo inefable compite en amabilidad con el infinito. Al mismo tiempo sobran las palabras y todas las palabras exactas son necesarias. La belleza se escucha y el poeta, absolutamente, la tiene que empalabrar. De forma que la música no se explique. Sino que el poema la interprete, la juegue, la esté en su cabalidad. De forma que sea indiferente penetrar una melodía o transfundirse su poema. Los mimbres, las cuerdas del texto; el viento de la voz; el metal sonoro del silencio íntimo; la rítmica percusión de la rima siempre nueva, nave siempre; la integridad, pues, de la poesía es la única identidad de la música. La música es una metáfora y sólo una metáfora puede comprenderla. Si yo, ahora, detengo este verso [ ], la orquesta total se abstiene totalmente y la música, mi música, esta música, cesa.

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