En el trastero, en la gaveta más olvidada del más destartalado pupitre, he hallado un saquito de arpillera, todo dentera y polvo. Dentro, alguien abandonó veinte preguntas. Veinte preguntas que transcribo en el aleatorio orden en que las he extraído. No sé si así forman el imposible mapa del tesoro de un sufrimiento. A saber:
¿Por qué hoy una tristeza tan, tan sin naturaleza humana que no cabe en la lana de mis calcetines? ¿Por qué hoy, si yo creía que sólo era una metáfora, el hospital de la pena ha detectado un clavo, con todo su hierro, sangrándome el amor? ¿Por qué hoy, si no me llamara juan el de la cruz, me llamaría dolor o zanja o costurón? ¿Por qué hoy la bondad se ha marchado, se me ha marchado, y me ha puesto vacío? ¿Por qué hoy sé que moriré esta tarde, que la palabra que vas a decirme me suicidará justo -injusta- esta mismísima tarde? ¿Por qué hoy lo corpóreo acecha con tentación de vena, de cuchilla, deceso? ¿Por qué hoy la espina de la...? ¿Por qué hoy la queja se hincha como un montgolfier que sólo descendiera? ¿Por qué hoy me llama, desde el otro lado, una voz siniestra? ¿Por qué hoy dios sólo me concede el pavor del tiempo? ¿Por qué hoy salgo desnudo a pesar de mi impecable traje de franela y de mi corbata de guerra? ¿Por qué hoy mi piel es una frontera tan irrisoria para el virus de la desesperanza? ¿Por qué hoy hay cordero para comer? ¿Por qué hoy he averiguado el invierno? ¿Por qué hoy no me queda lugar en la belleza? ¿Por qué hoy quepo cabalmente en la fosa? ¿Por qué hoy la palabra nunca se ha hecho carne? ¿Por qué hoy no me perdonas ser pequeño? ¿Por qué hoy la fúnebre certeza? ¿Por qué hoy?
19 - 12 - 12
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