En verdad te digo, señor, que la historia no ha sabido de ningún día sin ira. Ni un solo día sin tu ira. Has llenado el cosmos de caos. Con constancia álgida has atestado el cosmos de caos. Has implado los siglos y las eras y la geografía y el viento de tu sempiterna cólera. Implacable, has destruido y has matado a diestra y siniestra. Diestramente. Siniestramente. Has descreado la creación tanto cuanto has descreído del hombre. Has hecho malo a éste, muy malo -pudiendo haberlo construido bueno, muy bueno-, para que te ayudara, cómplice necesario, en tu furia. En verdad te digo, señor, tu enojo no tiene comparanza con el de ninguna bestia. Tu saña no admite parangón con la de ningún malvado. Eres, señor frío, el perverso por antonomasia. El culmen de la infamia. La impura amoralidad. En verdad te digo, señor, señor frío, que la historia no ha sabido de ningún día sin tu ira. En verdad te digo, también, señor, que la historia no soporta más, no te soporta más, y está saturada de venganza.
De "Réquiem"
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