sábado, 21 de octubre de 2023

PoesíaApp: Eutanasia de Pargo

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En la ciudad mediterránea, rubia y añil, lo instalaron hace muchos años. No era un megalómano edificio pseudomarino costero. Se trataba de un tímido acuario, de una pecera cúbica de un par de metros cuadrados de base por otros dos metros de altura. De altura de agua. Salobre. De humana altura de agua. Nadaban, impertérritas, mojarras y doradas y sardinas. Un día de cada día, el gamberro. Martillo en ristre destroza la transparencia. El agua se vierte, inútil, por la calle sangrienta. Yo estoy allí en casualidad pura. Un pargo, todo ojos, gelatinoso y feo, boquea sobre la acera. Desubicado. Me da asco. Lo acojo en mis manos -olas- y lo acaricio. Y hasta le atuso sus últimas escamas frías. Me da asco. Pero cuido sus estertores. Al fin, muere. Siempre el final es morir. Mas, un día de cada día, no ha muerto solo. Ni desamparado. Mi pargo.

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