No mi naturaleza humana, sino la otra, la inhumana, la naturaleza que se dice madre, mi enemiga -en palabra exacta-, llama TUERO al madero último, tal vez primero, de la pira en la chimenea. El tuero es el leño basar, el leño que se permanece encendido leño, el que -hondo- cobija la brasa, el que, dice la mala natura, jamás ceja en arder, el leño rescoldo que, en imposible prodigio, clueco, embarazado siempre de fuego, se quema eternamente sin quemar su eterna madera, sin quemar su substancia eterna, ésta sí, de madera madre. Mi humana naturaleza me dice que yo, poeta achicharrado, no soy, no puedo ser, nunca seré, tuero.
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