domingo, 14 de octubre de 2012

El Espía

(exceso de epítetos)


Cada mañana, puntual, arrellanado casi como un rey en la trona del baño, mientras la naturaleza desanda el camino de mis tripas, me sé observado. El suelo es de un conglomerado pétreo, de un mármol de similor que siempre se me antoja rojo. Como si el cuerpo se me descargara sobre el mismísimo infierno. Por entre las tortuosas vetas del piso juegan llamas y diablillos súcubos. Justo al pie del monte del lavabo -de cuya cima brotara el chorro estigio-, desafiante, una falla, un vicio de una de las losas se insinúa como un ojo saltón. Resignadamente sentado, cada mañana me estremezco ante esta mirada monocular e inmisericorde, fija, que me ataca en escorzo. Me estremezco ante este escrutador puntual, sulfúrico, fétido, que asoma desde el averno. Me estremezco ante este fisgón que apesta.

De "Curso de Gramática"

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