miércoles, 9 de noviembre de 2022

Bertold Brecht. Ese genio. Ese traidor

Bertold Brecht es un genio del teatro. Se puede aceptar sin temor a incurrir en exageración que inventó un tipo. Un tipo de teatro. Un teatro político de índole marxista que resolvió en nuevo, en profundamente original, al aplicarle el efecto del distanciamiento. Un teatro épico que marca un antes y un después en la historia. Un teatro épico de inmensa influencia posterior. Sólo los genios aportan, aparte de su obra, el carácter de hito. De referencia.

El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico. Escrito desde una convicción política manifiesta con la intención de convencer. Es un teatro explícitamente moralizante cuya última pretensión es movilizar al público en el sentido del compromiso, incluso del compromiso revolucionario. Es un teatro escrito por un dramaturgo moralista, por un dramaturgo aleccionador que se sabe en posesión de la verdad ética. 

El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico, repito. Reparen, por favor, por ejemplo, en estas palabras de nuestro autor, fallecido en 1956, publicadas en la solapa interior de una edición alemana de Madre Coraje de 1965:

 

Lo que principalmente debe mostrar una representación de Madre Coraje es que los grandes negocios en las guerras no son hechos por las pequeñas gentes; que la guerra, que es una continuación de los negocios con otros medios, es mortal para las virtudes humanas y también para sus poseedores. Y que, por consiguiente, debe ser combatida.

 

Nuestro autor impone al espectador la interpretación del drama; el espectador no es libre. Brecht es todopoderoso… Afortunadamente para él – y para nosotros – su genialidad le permite, aunque no lo sepa, superar su arrogancia compositiva y su propia teoría dramática.

El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico, insisto. Así lo entendió sin duda alguna Roland Barthes cuando escribía:

 

El teatro brechtiano es un teatro moral /…/ las situaciones arquetípicas del teatro brechtiano /…/ pueden reducirse a un problema único: ¿cómo ser bueno en una sociedad mala? Me parece muy importante destacar debidamente la estructura moral del teatro de Brecht [1]

 

En efecto, Brecht escribió y escribió sobre la bondad. Incluso diría que predicó sobre ella. Pero, sin embargo, cuesta – me cuesta – aceptar que él mismo fuera un hombre bueno. En el machadiano sentido del adjetivo. En el evangélico sentido. La bondad se intenta mucho más que se consigue. Y, por supuesto, la bondad ha de ser discreta. La bondad, o es circunspecta, casi clandestina, o no es.

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