No puedo escribir. Puedo. En verdad puedo. Es lo único que puedo. Que me cabe. Pero me duele. Escribir me hiere. Porque escribo desde la herida. Porque escribo la herida. Escribir es hurgar. Sangrar versos. Buscarlos en la hemorragia. Me debato. Escribir es, sí, una terapia. Pero escribir es, también, resolverme exangüe. Me estoy arruinando en versos. Estoy arruinándome la salud en versos. Me vacío escribiendo. Pero, es cierto, escribo desde el vacío. Sólo puedo escribir, pues, el vacío. Sólo puedo escribir vacío. Si no escribo no hay amor. Pero si escribo, como ya no hay amor, sólo escribo dolor. El amor me induce a escribir. Pero es el dolor el que me lleva a la poesía. Es el dolor el que lleva poesía. El que posee poesía. El dolor crea. Pero no crea amor. El dolor crea dolor. Creo desde el dolor. Creo dolor. Creo en el dolor. Dolerme crea. Las palabras ya no curan. Las palabras ya no me curan. Me enferman. Aunque estuviera enfermo antes de ellas. Sin ellas. Enfermo con ellas. Mi arte es vida. Desamor. Desvida. Mi vida es arte. Malo. Arte malo. Desamor. Desarte. Yo que querría besarte. Desearte.
No puedo escribir. No lo soporto. No lo soporto más. Pero, escribiendo, al menos, me duele.
18 - 1 - 13
No puedo escribir. No lo soporto. No lo soporto más. Pero, escribiendo, al menos, me duele.
18 - 1 - 13
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