viernes, 20 de marzo de 2020

PoesíApp: Casi sesenta años de venas

Exhausta, hasta la orilla de mármol del lavabo ha arribado. Náufraga. No sé cómo. Pero esa mi ignorancia no importa. Esto es un cuento. El mar del fingimiento. Exhausta. Alguna ola sabia, onda, misericorde, me la ha arrimado. A la encimera de mármol del lavabo. Una botella verde. Claro. Una botella oscura de verde. Verdeoscura. Náufraga de algún otro relato. Náufraga de algún poeta otro. Que la lanzara, él también, al fingimiento del mar. Casi sin respiración, exhausta, la botella me ha arribado, claro, cerrada. La he descorchado. Para que inspirara. Y en el cristal de su vientre, como no podía ser de otra marina, abrigaba un mensaje. El papel era recio. Humedecido. Calado de agua viva. Preservadora. El papel escrito...

El idioma era ése. El universal. El de los poetas, el de los cuentistas. El de los protagonistas de todos los versos. El papel, recio, escrito por hombre refinado. Temeroso, pues. El mensaje se iniciaba con dos citas. Cuidadas por los siglos. De Boecio, una: "¡Dichosa muerte, cuando sin amargar la dulzura de los años buenos, acude si el corazón la llama en su favor!" De Santa Teresa, la otra: "Venga ya la dulce muerte, el morir venga ligero". Hombre refinado. El poeta.  Escribía, recio, después: "Lanzo al mar mi pena escrita. La he escrito para quitármela. La lanzo para, inútilmente, intentar perderla. Como hombre, soy de pena. Casi sesenta años de venas. Me estoy, ya, molido. Así, derrotado, he charlado con la muerte. No he pactado.  Con Ella. No hemos pactado. Le he rogado que fuera -dentro- piadosa.  Conmigo. Dulce. Ligera. Que me tratara. Ya. Definitivamente.  Pero que lo hiciera solícita. Süave. Que no añadiera dolor a mi quebranto. Le he rogado a la muerte que me tratara como médica. Que paliara. Que me paliara y que me llevara, dulce, ligera, al otro lado. Al otro lado. El lado sin penas..." 

La encimera de mármol. Exhausta. Náufraga, la botella. Refinado, el poeta.

domingo, 15 de marzo de 2020

PoesíApp: Mi rosa

Sí. Ya sé que tantos poetas, todos los poetas, han recurrido a la metáfora. Ya lo sé. Soy profesor de la rosa. Perito en pétalos. Diestro en sépalos. Ya lo sé. Que yo lo sepa. Profesor de la rosa... Mi diferencia. La diferencia es que yo, en este jardín, no lloro de la rosa, no rapto a la rosa. Sino de mi rosa. Lloro de mi rosa. La mía. Mi rosa exclusiva. Esa sola rosa que marchita. Que se marcha. Que se me mancha. Esa sola risa -rosa- mía mustia. Ajada. Añada. A nada. Esa mía rosa sola que el jardinero -yo, el otro- no puede salvar. Ya. Revivir. No puede. Mi rosa. Pétalo. Sépalo. Sépame. Márchase.

domingo, 8 de marzo de 2020

PoesíApp: Parte meteorológico


(Curioso mal poema. Escrito encontrado por casualidad. Esmerada caligrafía en un folio fatigado y astroso con marbete de la Institución. Lo transcribo como cosa rara y por la coincidencia de mi nombre con el del pendolista)

INSTITUTO EMOCIONAL DE METEOROLOGÍA

Dado que el tiempo se acaba -el tiempo dado se me acaba-, necesariamente este parte meteorológico debe ser parte, fragmento último de un pronóstico final.

Pintea en mis nubes. Me alternan altas presiones en el Antiperdón de las Horrores. Mar de gruesa a muy gruesa azota en la Estaca de Juanes. Juan soy. Juan sol. Lluevo ácido.