jueves, 24 de febrero de 2022

PoesíApp: "Otra vez la guerra"

Otra vez la Guerra, decía Lázaro Valbuena a sus alumnos. Esta hez, otra vez, la misma. La misma Guerra de siempre. De vientre. Decía Lázaro Valbuena a sus alumnos rusos y ucranianos. Chinos y americanos. Europeos y derrotados. Todos -ya- derrotados. Yo, desde mi cátedra de fragilidad universitaria, decía Lázaro Valbuena, reclamo, os reclamo a todos los jóvenes, a todos los soldados rusos y ucranianos, chinos y americanos, europeos y estrafalarios, os reclamo a todos: 1) No os vistáis de Guerra. Y 2) Si ya lo habéis hecho, si ya os lo han hecho, descalzaos ahora mismo casco y botas, desnudaos ahora mismo hasta los cueros, desarmaos ahora mismo cuerpo y alma y tuétanos. Si ningún joven soldado ruso ni ucraniano ni chino ni americano ni europeo ni fulano jugara –maljugara- a ser soldado entonces, ay, entonces, capitanes y generales y presidentes habrían de dimitir de sus edades. Y suicidarse.

Jóvenes soldados -ya- derrotados, ahora mismo, os reclamo.

domingo, 13 de febrero de 2022

PoesíApp: Inerte

Ayer, siempre ayer, jugué a morirme. Por ser un simulacro, por saberlo -¡ay, saber!-, por saberlo, tal vez el experimento no funcionara. Tal vez. Yo me morí. Ayer. Lo intenté. Cerré los ojos. Dimití de respirar. Clausuré los recuerdos. No escribí más nada. Nada. Ya. Así, muerto -yo lo intentaba-, comparecía en una suerte de cenestesia negativa. Todo me cesaba. Sin palabra. Sin cuidado. Sin cedros. Así, muerto -yo lo intentaba-, intenté verla. La luz. Esa dichosa luz. Pero -tal vez porque me sabía en simulacro, no funcionara- no la vi. Del otro lado. No la vi. Sí me iluminaba. La vida me iluminaba. Pero de este lado. De éste. Sólo desde este helado.

PoesíApp: Discrepancias científicas:

Discrepancias científicas:

Primera.- Según los manuales de Estadística un porcentaje del 0'1 es despreciable. El hecho de que, por ejemplo, el 0'1% de la población -palabra odiosa: uniforme y negra- se alimente de trasparencias y de la eufonía de libélula; tal hecho, digo, tal evidencia gastronómica  -tal vez astronómica- resulta estadísticamente irrelevante.

Tranquilos, muy tranquilos pueden estar  -lo están- los miembros de ese casino -el 0'1% de la población- que poseen el 90% -tal vez el 99%- de todas las opacidades y de la cacofonía de opulencia.

Segunda.- Según algunos manuales de física la nada no existe. Es imposible que en el universo haya nada. Es imposible el absoluto vacío. Nada y vacío tienen nombre...

Por supuesto esos miserables físicos -bienintencionados, radicalmente cretinos- jamás se han ocupado en investigar mi corazón.

PoesíApp: El Reloj

Toda la belleza del tiempo. De un mármol verde, casi jade. Con aplicaciones de bronce imperio -pretensión de oro-. El reloj. Y su guarnición de candelabros a juego. De candelabros que juegan a atrapar el fuego. Su juego. Mi último reloj de época. Coleccionista irredento, yo, de antigüedades vivas. ¡Ah! Y la sonería. La cantilena a las medias. La cuantía a las horas. La sonería. Al principio sonreía, yo, coleccionista irredento, a la sonería. La música del juego. Del fuego. Pero ahora, ya, acostumbrado, consciente, sé que cada campanada es una advertencia. Conteo. El tiempo. Del tiempo. La acechadera del tiempo. El tiempo. Coleccionista. De mí.

Lectura del poema, ambientación y edición, Gorka Zumeta