No recuerdo, hoy, haber escalado el tobogán. No lo recuerdo. Es más. No tengo edad para estas naderías. No pierdo mi tiempo. Ya. Sé de seguro que la vida, ruda, ya no me dura. De seguro sé que el lapso ya se me tira. Me tira. Me evita. El lapso. A mí. No recuerdo haber ascendido este inhiesto, embalado tobogán que me dispara, este desalado tobogán por el que, cuasi eterno, pronto acantilado, solo, hoy, me entretengo en descender.
domingo, 25 de abril de 2021
viernes, 2 de abril de 2021
PoesíApp: Adelilla
El desaparecimiento de Adelilla corrió como la canela. Por la clínica. Adelilla no estaba, ya, en su habitación. ¿Dónde estaba Adelilla? Trece años. Lirio. Promesa. Quiebra. El Doctor, claro, también se había enterado. De hecho, el Doctor Claro era uno de sus médicos. ¡Pobre Adelilla experimento! Al ingresar en su despacho el Doctor no se percató. Pero, en seguida, al llanto del viento, reparó en el almario. Entreabierto. En la balda más baja, ovillada sobre sí, Adelilla -trece años- se ocultaba mostrándose. Se escondía exponiéndose al Doctor. Éste, Claro, testigo de fragilidad tanta, impotente en su Título Académico, no sabía qué. No sabía cómo. No sabía claro si Adelilla -canela, alma, ovillo- necesitaba un médico o un repostero o un poeta o un pastorcillo o un acordeón o un caleidoscopio o una zalema o...
PoesíApp: Las peluquerías del cielo
Hoy, han colapsado las Peluquerías del Cielo. Hoy, ninguna otra estrella -¡Dios suyo!- ha accedido a peinarse. Imposible. Hoy, nonagésimo nono cumpleaños de la amá, los estilistas todos de las cohortes cenitales se han empeñado. Se han esmerado en lavar y en marcar y en cardar y en requetemoldear el tocado materno. Hasta lograr que rizos retadores y circunvoluciones y piruvueltas exactas satisficieran la perfección, la escultura impecable requerida por la modelo. No podía ser menos: Noventa y nueve años de irresignable coquetería.
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