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miércoles, 21 de diciembre de 2022
¡Feliz Navidad!
miércoles, 9 de noviembre de 2022
Bertold Brecht. Ese genio. Ese traidor
El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico. Escrito desde una convicción política manifiesta con la intención de convencer. Es un teatro explícitamente moralizante cuya última pretensión es movilizar al público en el sentido del compromiso, incluso del compromiso revolucionario. Es un teatro escrito por un dramaturgo moralista, por un dramaturgo aleccionador que se sabe en posesión de la verdad ética.
El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico, repito. Reparen, por favor, por ejemplo, en estas palabras de nuestro autor, fallecido en 1956, publicadas en la solapa interior de una edición alemana de Madre Coraje de 1965:
Lo que principalmente debe mostrar una representación de Madre Coraje es que los grandes negocios en las guerras no son hechos por las pequeñas gentes; que la guerra, que es una continuación de los negocios con otros medios, es mortal para las virtudes humanas y también para sus poseedores. Y que, por consiguiente, debe ser combatida.
Nuestro autor impone al espectador la interpretación del drama; el espectador no es libre. Brecht es todopoderoso… Afortunadamente para él – y para nosotros – su genialidad le permite, aunque no lo sepa, superar su arrogancia compositiva y su propia teoría dramática.
El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico, insisto. Así lo entendió sin duda alguna Roland Barthes cuando escribía:
El teatro brechtiano es un teatro moral /…/ las situaciones arquetípicas del teatro brechtiano /…/ pueden reducirse a un problema único: ¿cómo ser bueno en una sociedad mala? Me parece muy importante destacar debidamente la estructura moral del teatro de Brecht [1]
En efecto, Brecht escribió y escribió sobre la bondad. Incluso diría que predicó sobre ella. Pero, sin embargo, cuesta – me cuesta – aceptar que él mismo fuera un hombre bueno. En el machadiano sentido del adjetivo. En el evangélico sentido. La bondad se intenta mucho más que se consigue. Y, por supuesto, la bondad ha de ser discreta. La bondad, o es circunspecta, casi clandestina, o no es.
domingo, 9 de octubre de 2022
Arbolillo dibujado
Puerta
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Mi queridísima puerta:
¿Dónde estás cuando estás abierta? Si abierta no puedo verte. Sólo veo tu ausencia. Tu transparencia. De par en par te me ofreces y te entro. Tieso yo. De pie. Recto. Pero no te penetro. No me quedo dentro. No puedo. Porque no más te atravieso ya estoy del otro lado. Al otro lado de tu otro lado. No sé cómo puede ser. Como si fuera otra vez fuera estando dentro. Estoy dentro. Pero no adentro de ti. Simple frontera. Estoy dentro. Sí. Pero no en tus adentros. Cuando estás abierta, hueca, desnuda de tu madera, despojada, descubierta, no me alojas. Me toleras. Pero no me hospedas. Me haces amigo. Pasante. Pero no te abres amante. No me quieres. No te dejas. No me aceptas. Puerta abierta: virgen inviolable. Eterna virgen. Virgo perfecta.
Puerta, mi queridísima puerta abierta, imposible, terca, recibe la obstinada resistencia de tu aspirante, de tu pasajero.
Del libro "Cartas a mis cosas"
PoesíApp: La casona
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PoesíApp: El muro infranqueable
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martes, 24 de mayo de 2022
PoesíApp: Presencia
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PosíaApp: Cinco sentidos
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domingo, 24 de abril de 2022
PoesíApp: El tren
Miro la ventanilla. Por su transparencia. Miro. Súbitamente, la arboleda. Lila. La arboleda lila. Troncos, ramas, viento, invierno, todo lila. El vagón se impregna de morado y yo, viajero violado, estoy, súbitamente, amorado, soy sólo amor. En el tren. De bien en cuando. Sucede.
PoesíApp: Carta a mi permanente hija
Tu madre, persistente.
PoesíApp: El profesor azul
PoeíApp: El general de la guerra
PoesíApp: Solo
sábado, 5 de marzo de 2022
PoesíApp: Poema abierto a esa niña...
jueves, 24 de febrero de 2022
PoesíApp: "Otra vez la guerra"
domingo, 13 de febrero de 2022
PoesíApp: Inerte
Ayer, siempre ayer, jugué a morirme. Por ser un simulacro, por saberlo -¡ay, saber!-, por saberlo, tal vez el experimento no funcionara. Tal vez. Yo me morí. Ayer. Lo intenté. Cerré los ojos. Dimití de respirar. Clausuré los recuerdos. No escribí más nada. Nada. Ya. Así, muerto -yo lo intentaba-, comparecía en una suerte de cenestesia negativa. Todo me cesaba. Sin palabra. Sin cuidado. Sin cedros. Así, muerto -yo lo intentaba-, intenté verla. La luz. Esa dichosa luz. Pero -tal vez porque me sabía en simulacro, no funcionara- no la vi. Del otro lado. No la vi. Sí me iluminaba. La vida me iluminaba. Pero de este lado. De éste. Sólo desde este helado.
PoesíApp: Discrepancias científicas:
Primera.- Según los manuales de Estadística un porcentaje del 0'1 es despreciable. El hecho de que, por ejemplo, el 0'1% de la población -palabra odiosa: uniforme y negra- se alimente de trasparencias y de la eufonía de libélula; tal hecho, digo, tal evidencia gastronómica -tal vez astronómica- resulta estadísticamente irrelevante.
Tranquilos, muy tranquilos pueden estar -lo están- los miembros de ese casino -el 0'1% de la población- que poseen el 90% -tal vez el 99%- de todas las opacidades y de la cacofonía de opulencia.
Segunda.- Según algunos manuales de física la nada no existe. Es imposible que en el universo haya nada. Es imposible el absoluto vacío. Nada y vacío tienen nombre...
Por supuesto esos miserables físicos -bienintencionados, radicalmente cretinos- jamás se han ocupado en investigar mi corazón.