lunes, 10 de enero de 2022

PoesíApp: El hotel

El hotel, elegancia y aparato. La habitación, una buhardilla en ático. Por una vertiente, pues, me eleva al cielo; por otra, me aterra. Entre el derroche extravagante, las cortinas. El ventanal -transparencia y verano- enmarca caprichosamente la linterna de una iglesia que se remata en forjada, esforzada cruz. Las insólitas cortinas están tejidas en entramado, en haces de hilos que se cruzan resolviéndose en red. En esta elegante, aparatosa  buhardilla que me allega al cielo y al infierno, me sobrecoge esa cruz -hierro y esfuerzo-, esa cruz entre visillos, esa cruz a mis ojos enredada, prisionera. Esa cruz.

PoesíApp: La singular amapola

Castilla canicular. Índigo y luz. Cereal. Ocre ilusión, alusión gualda. Canicular Castilla, raíz de hermosura seca por doquier. No hay casas. Ni afeites. Natura toda. De repente, un cuadrángulo de girasoles. Miles de flores -ciegas de belleza- contemplando. Contemplándola. La estrella. Indiferente ésta ante tamaña reverencia. Miles de girasoles. Perdida entre tanta religión, arrogante, asfixiada, la amapola. La singular. La singular amapola. Sangre única y sola. Rubor miserable. Y desafío. Cómo te comprendo, bárbara roja. Cómo te hago verso.

PoesíApp: Cháchara

He decidido que hoy no voy a bajar donde Josefina y Karmele. Casi todos los días lo hago. Bajar. A donde ellas. Las sempiternas hermanas nunca abuelas. Bajo a por pan o un culín de vino o azúcar -¡azúcar!-... Y, sobre todo, bajo a por la banal cháchara  sonrisa de Josefina y a por la timidez jonda del silencio de Karmele. Subo cada día -¿subir, yo?- cargado, además, de aceite y frutas y luz en conserva y nervio cósmico. Hoy he decidido no bajarme donde ellas. Por vez primera. Porque he de asumir -me ha de consumir- el hecho de que Josefina y Karmele ya no están. Ya no me están. Que ya... Así que hoy, desde hoy, no bajo. Ni subo. Ni...