Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez
ENTREVISTA
UCRÓNICA Y LÍRICA
AL POETA

Vestido de luto, con mi barba nazarena y mi breve sombrero negro, debo cobrar un extraño aspecto cabalgando en la blandura gris de Platero.

Cuando, yendo a las viñas, cruzo las últimas calles, blancas de cal con sol, los chiquillos gitanos, aceitosos y peludos, fuera de los harapos verdes, rojos y amarillos, las tensas barrigas tostadas, corren detrás de nosotros, chillando largamente.

-¡El loco! ¡El loco! ¡El loco!

…Delante está el campo ya verde. Frente al cielo inmenso y puro, de un incendiado añil, mis ojos -¡tan lejos de mis oídos!- se abren noblemente, recibiendo en su calma esa placidez sin nombre, esa serenidad armoniosa y divina que vive en el sinfín del horizonte…

Y quedan, allá lejos, por las altas eras, unos agudos gritos, velados finamente, entrecortados, jadeantes, aburridos…

-¡El lo…co! ¡El lo…co!
  
-Buenas tardes, Juan Ramón Jiménez, Poeta.
-Poeta, sí. Me alegra que me considere así. Que me reconozca en eso. Poeta. Es lo único que soy. Y por serlo, Poeta Único, lo soy todo.

-Sabe usted que dicen de usted que está loco. Que es un loco.
-Creo que si me llaman desequilibrado es porque razono bien y, los que me lo llaman, mal. Yo no estoy loco. Claro. Todos los demás lo están.

-Ser un loco, al modo genial en que lo es usted, resulta muy arriesgado.
-Por eso, muchas veces, he de huir, huir de todos, como el viento, al infinito, ¡al infinito! Me tienen por loco y me cazarán. Me cazarán -¿para qué?- los mismos hombres cuerdos que odio y que me odian, pero que creen que tienen razón.

-Es usted, no me cabe duda, un loco genialmente cuerdo. Y valiente.
-Todo hombre lleva en sí, en mayor o en menor grado, un loco y un razonador. Cuando el loco nace exacerbado, aparece el poeta en el mundo. El genio del poeta está en sostener esta exacerbación de locura y dominarla al mismo tiempo con su razón.
Juan Ramón, entrevistado 
por Juan L. de la Cruz

-Sabe usted que dicen de usted que está loco porque llora. Llora a menudo.
-Sólo el hombre grande y alto llora. Yo lloro porque mi cabeza me da más temas que el tiempo espacio. Yo lloro siempre que la belleza aparece frente a mí. El acto de llorar es un acto poético.

-Hablar de su locura bendita es hablar de belleza. De la belleza. Con usted siempre se habla de belleza. Usted es un especialista en la belleza.
-De cualquier cosa mía hago yo una joya. Soy el rey Midas de la belleza. Sin duda tengo una glándula que segrega infinito. Que segrega infinita belleza. Que segrega belleza infinita. Mi vocación es de dios creador. Creador de belleza.

-¿Es posible, según lo que dice, vivir en este mundo feo?
-Yo he vivido entre los hombres pero, claro, no he vivido entre los hombres. He vivido en mis sueños: país perfecto. He vivido en mi soledad. Sonora. En mi soledad sonora. Ahora bien: sepa usted que en la soledad no se encuentra más que lo que se lleva a ella. Yo llevo belleza creada por mí. Escuche: Pesos, cheques, medidas, cargaremes, réditos, gravámenes, hipotecas, fianzas…: No entiendo una sola palabra del lenguaje de los hombres. Y escuche aún más: Anoche, soñando, vi una pobre violeta entre el estiércol de un establo. La cojí, la lavé, la olí; ¡Qué bien olía! No había perdido nada de su aroma… Era mi alma.

-Le pregunto, sólo le pregunto, ¿No suena egoísta todo esto?
-¿Yo, egoísta? Sí, puede ser que lo sea, o lo soy. Pero egoísta que se abre las entrañas por lo que quiere alimentar con su sangre; su ideal. Yo he creado belleza. Absoluta. Belleza absoluta. Y me la he regalado. Y la he regalado al hombre. Después de mí en el mundo hay más belleza. No fumo, no bebo vino, odio el café y los toros, la religión y el militarismo, el acordeón y la pena de muerte. Vivo únicamente por y para la belleza.

-Crea belleza para compensar tanta fealdad. ¿No es eso?
-Suplir con belleza las fealdades. Dilatar hasta el infinito los minutos felices. Esto es el arte. El arte, en mí, ha tomado caracteres enfermizos, de idea fija. Quiero hacer belleza triste, aun a costa de mi misma vida. La naturaleza me ha dado dos virtudes incansables: fecundidad suma y afán de suma perfección. Ya comprenderá de dónde viene toda la melancolía de este mártir de la belleza.


-¿Así se definiría usted también, como un mártir melancólico y triste?
-Muchos han hablado del porqué de mi tristeza, incomprensible, dicen, de toda mi obra. Una cosa tan sencilla. Mi tristeza. Toda la tristeza elejíaca, amarilla, dorada, poniente, de mi obra es sólo afán inútil de eternidad, pena de morir; y dejar a la tierra amada. El tiempo y yo somos enemigos. ¿Todo este gran amor que yo estoy dispuesto a dar, toda esta gran belleza que yo estoy dispuesto a crear, va a quedarse en mí, sin objeto en la vida ni en la muerte? ¡Qué tristeza ésta de morir sin haber visto todos los paisajes, sin haber leído todos los libros! ¡Sufrimiento! Se me ocurren cada día pensamientos y sentimientos para un siglo; ¡y no puedo, no quiero, no sé si no quiero o no puedo perder uno sólo!

-Juan Ramón Jiménez, pues, por supuesto, teme a la muerte.
-No me preocupa, de mi muerte, la podredumbre de la carne; pero, ¿qué será, en qué se convertirá, en qué fuerza, en qué instinto de qué, o de quién, puesto que nada se pierde, esta ansia vibrante, este dinamismo espiritual, esta función de mis sentidos educados y absortos? No me preocupa, de mi muerte, la muerte física, sino la metafísica. Mi muerte metafísica.

-Y por eso su Obra, su Poesía, sus Versos, para vivir en ellos. Para sobrevivir en ellos.
-Si yo gozo con mi obra y la dejo luego para que gocen con ella unas cuantas jeneraciones, ¿qué me importa que un día el mundo se enfríe? Una vez que mi espíritu quede libre y definido en mi obra, quiero que mi cuerpo se use en cualquier cosa que pueda yo servir, y que luego, como yo tiraba los borradores utilizados al cesto, se tire a la tierra en que pueda abonar algo.

-Y por eso su Obra es tan valiosa para usted.
-¿Cómo no he de amar, adorar, reverenciar mi obra, si es el cuerpo más duradero y más hermoso que me es dado construir a mi alma? Mi obra durará porque me he roto y me he dado a ella mucho más que una madre. ¡Cómo soy yo mi obra; cómo me voy quedando sin mí, de darme a ella! Mi afán constante, ansioso, es, en mi obra, hacer un yo, lo más parecido posible a mí, que se quede aquí en pie en esta vida bella, cuando yo tenga que tenderme bajo sus pies, en su sombra triste.

-¿Qué ha puesto en su Obra? ¿Qué le ha cabido?
-La hago sólo yo y para mí primero. Mi obra es ante todo una responsabilidad. La respuesta. La única respuesta completa. Total. Es penetrar en el secreto de las cosas a través de la belleza. Porque sólo la belleza puede. Quiero que mi obra sea una síntesis, del mundo, un epítome. Que conste: no se trata de cargar con el mundo, sino de comprenderlo. Mi obra es ser. Nada de escalas. Ni más ni menos. Ser, sólo ser. Llegar diciendo el nombre exacto. Mi vida interior, la belleza eterna, mi Obra.

-Así pues, ¿su Obra es eterna? ¿Ha alcanzado con su Obra la eternidad?
-Rotundamente. Creo en la perpetuidad de mi obra porque he derramado en ella mi vida, y esta vida no puede estinguirse. Soy eterno, no tengo solución posible. Con mi obra aspiro a perdurar, pero no como famoso vivo estático sino como perene espíritu ardiente. No tiendo a la celebridad eterna, sino a la eternidad interna. No me interesa el tener, sino el ser.

-Perenne espíritu ardiente. ¿Es usted fuego?
-Hay que ser igual que la llama: lo inflama todo y hace muchas llamas iguales a ella, sin perder nada de sí misma.


Juan Ramón
-Juan Ramón Jiménez, el poeta élite, escribe su Obra. ¿La relee?
-Acepto lo de poeta élite. Amigos… ¿Dónde están esos hombres de calidad suficiente para mi amistad? Yo tengo escondida en mi casa, por su gusto y el mío, a la Poesía. Y nuestra relación es la de los apasionados. Creo haber vivido en estado permanente de gracia poética. Puesto que yo puedo contener en mi frente y en mi corazón el universo, yo soy el todo, más que el universo, toda la vida y toda la muerte. Soy la estación total.

-Pare, pare, por favor. Y conteste, ¿se relee?
-De igual modo que me gusta más estar conmigo solo que con los otros, me gusta más crear lo mío que leer lo de los demás. ¡Cómo me cansan todos los libros ajenos! La única estimación por mi obra que me interesa de veras, es la mía propia. Sí, claro: me releo. Y me corrijo constantemente.

-¿Por qué se corrige? ¿No ha creado ya la perfección?
-Contemplo y creo tanto, que no puedo depurar apenas. Por una cosa que depuro, creo veinte. Así que mis borradores me ahogan. Y necesitaría yo tres vidas normales para dar la obra que tengo. Ningún día sin borrar una línea y sin romper un papel. Quisiera vivir un año después de muerto, sin facultad de nueva creación, para depurar mi obra ya acabada. Volver sobre la propia obra es sólo amor.

-¿Qué es el amor para Juan Ramón Jiménez?
-La verdadera pureza no está en la castidad, sino en el amor. El amor es la única solución posible de la dudosa eternidad. Cuando amamos, lo que queremos es no ir solos al medroso infinito. El amor es constante, alcanza más allá de la muerte. Dos espíritus que se han amado cuando estaban en sus cuerpos que se amaron, si salen juntos al infinito no pueden alejarse uno del otro. Perdidos en el infinito los dos ocuparán la totalidad, serán inmensos como ella, estarán en todo, uno con otro, sin término ni medida.

-Retornemos a su Obra. Elitismo. Sabe usted que dicen de usted que es un poeta minoritario. Sin compromiso social, vaya.
-El poeta no es social. No me gusta ser poeta de protesta, sino de deleite. Yo no soy (ni quiero ser) un literato social; solamente un enamorado de la belleza. Ahora bien, escúcheme: la belleza en sí misma es dinamita. Confío más en mi poesía, para ayudar a los hombres a ser mejores y ponerlos en paz, que en mis posibles golpes políticos o mis improbables gritos sociales. Me preguntan algunos que por qué no me interesa la política. Pero, ¿qué es la política? ¿No es política el arte? ¿No hago yo más por mi país haciéndolo sensitivo que un gobernador o un diputado? ¿O que un supuesto revolucionario? Mire, en cualquier caso voy a ser aún más claro: Esos hombres que viven en palacios, ¡qué pequeños me parecen!, ¡qué grandes los que llevan tantos palacios en la frente!

-Matice, por favor, su concepto de arte minoritario.
-La filosofía, el arte, la poesía nunca podrán ser para la mayoría, nunca. No se trata de un problema de escala social, sino de cultura y cultivo. Cuando yo acepté el lema A la inmensa minoría para mis libros fue después de haberlo comprendido largamente así, y así lo sigo y lo seguiré comprendiendo y escribiendo. Y siempre pensaré en una minoría inmensa, que un día pudiera llegar a ser total.

-Usted distingue, a este respecto, la poesía de la prosa.
-En la prosa no poética, en la prosa que no es poesía, cabe la denuncia explícita. La poesía auténtica nunca podrá ser horizontal. Eso es propio de la prosa.

-Sabe usted que dicen de usted que es un poeta hermético.
-En arte, de dos caminos, siempre el más difícil. Lo indecible requiere espresión inesplicable. Difícil significa sólo la palabra justa, la más directa y cercana; pero esa, ¡qué escojida! A mí no me preocupa en absoluto que mi poesía sea difícil, porque yo en mi obra me estoy creando a mí, no a otros, y estas cosas me hacen vivir. Yo no pretendo que nadie más que yo conozca toda mi obra, como nadie más que su creador conoce todo el mundo. Me basta con que el que la frecuente se tropiece siempre con algo que le inquiete. Si mi poesía refleja bien lo que yo siento al crearla, ¡qué infinidad de fugas de belleza, qué martirio de hermosura sentirá el que la comprenda! No creo, en ningún caso, en un arte para la mayoría. Ni importa que la minoría entienda del todo el arte; basta con que se llene de su honda emanación. Aquí le he resumido todo el arte moderno.

-Si le entiendo bien está diciendo que sólo difícilmente se puede explicar lo inexplicable, que es labor de la Poesía.
-Mi reino está en lo difícil. Yo he pretendido hacer claro y nítido lo secreto y lo complicado. La gran poesía difícil comunica por soplo, imán, majia. En la gran poesía la oscuridad se aclara por encanto, no por reflexión. Lo absoluto sólo puede espresarse por alusiones, por símbolos, por clarividencias, y sólo un poeta sorprendedor puede intentar su espresión. Yo creo haber dicho mucho de lo indecible, mucho de lo que dicen que no se puede decir. Sí, soy el poeta de lo inefable. Poesía es voz de lo inefable. He dedicado mi Obra a hacer fable lo inefable.

-Volvemos al principio. Es usted el Poeta elegido. El único.
-El poeta, yo, es un traductor de lo inefable. ¡Qué lengua ha de ser la suya! La conseguida con los menos elementos; es decir, lo neto, lo apuntado, lo sintético, lo justo. Por lo tanto, una poesía puede ser sencilla y complicada a un tiempo. Pura sugerencia. El poema debe quedar siempre abierto.

Juan Ramón con su mujer Zenobia Camprubí
-Estoy convencido del humanismo detrás de su egoísmo.
-Mi egoísmo es puro humanismo. Mi Yo es un Yo universal. Por supuesto que hablo de mí. Soy muy valioso. Constantemente hablo de mí. Pero hablando de mí hablo del hombre. Cualquiera, leyéndome, es ese Yo. El poeta que habla íntimamente de sí mismo habla profundamente de los demás. El poeta no es más que un vijilante de su divinidad. Yo soy dios, claro, pero divinidad no es superhombría, es hombría verdadera. ¿No somos (el más vulgar de nosotros en la más corriente de las vidas) secretos permanentes del infinito misterio?

-Estoy convencido de su humanismo por su universalidad. Es usted el Poeta universal.
-Yo soy el andaluz universal. El poeta ha de ser de siempre, de todas las fechas y todos los países. Cuando es de su fecha, sólo de su fecha, y de su patria, sólo de su patria, durará lo que su límite y su hora.

-Estoy convencido de su humanismo por su bondad. Es usted el Poeta bueno.
-Soy raro. Muy picajoso. He chocado con muchos que han chocado conmigo. Aunque todos han reconocido mi magisterio. El rencor… ¡Oh!, cualquier cosa me lo quita: una brisa, una fragancia, una música…

-Me gustaría terminar con un regalo. Flores. Al Poeta hay que regalarle flores. Rosas, por supuesto.
-La rosa, me decía mi madre, no cansa, hijo. La rosa,… ¿cómo está desnuda y vestida a un tiempo? Me ha tocado en suerte ser amado por la rosa. 

SIMA ESTRAÑA

Aire azul con sol azul,
pozo de absoluta luz
con brocal de peña nueva,
a tu fondo mi ser vuela
inflamado de alcanzar
la alta profundidad.

Yo sé bien que fui creado
para lo hondo y lo alto,
que vivo en una estación
en la que sólo el amor
puede enardecer el ansia
de la profundidad alta.

Y sé que le da más luz
este amor a esta inquietud
que me consume; y lo quiero
porque subiendo en su fuego
pueden mis llamas llegar
a la alta profundidad.


(EN EL OTRO COSTADO)

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