lunes, 12 de julio de 2021

PoesíApp: Antebrazo oxidado

En el colegio me señalaron. Me la enseñaron. En el colegio. La constitución tripartita de la extremidad. Brazo. Antebrazo. Y mano. Tantos libros transcurridos desde entonces. Tantos. Hoy, desde hace ya demasiado óxido, un dolor opaco y plomo se ha instalado. Se me ha instalado. Vive y no deja, no me deja escribir. Vive en mi diestro antebrazo. Ese antebrazo -hoy plúmbeo- por el que han corrido tantos versos. Ese antebrazo diestro -siniestro ya- que ha nacido tantos. Del corazón a la mano. Tantos versos. Ese antebrazo enfermo que ha conducido los dedos, causas de tantos efectos. Está lisiado el antebrazo. Estarán lisiados ellos. Me temo.

PoesíApp: Número nihil

No es que lo hubiera descubierto. Se había topado con él. Más bien no se había topado con nada. Porque el número nihil no existía. Precisamente: Ese número era ausencia. En la serie enemillonésima el número sucesivo al trece no era. En vertiginoso salto digital le sucedía el quince. Así,  el número enecientosmilmillonescatorce no existía. El número nihil. El capricho de la ciencia exacta. Esa anomalía matemática, esa inexplicable excepción cuántica, esa imposible certeza le satisfizo, le ratificó la inexorable verdad de la aritmética.

PoesíApp: Saboteador

Un amigo bueno, deportista, profesional de la intención de volar,  me explica que en cualquier partido, que en los planeos, que en todos los aterrizajes se agazapa un saboteador. No hay deporte ni hay vuelo sin sabotaje. Maldito, hierro, imprescindible, el saboteador,  alerta siempre, impide.


PoesíApp: Palabras

No todas las palabras son azul y verde al mismo aliento. No todas ahondan peces y pecios. No todas se explayan y marean acordes con la luna. No todas las palabras, a golpe de voz, restallan -unísonas- cuatro, tres, una sílabas. Ni todas rielan ni gimen -unánimes- al vuelo flamante de un velero. Ni todas sugieren, al mero soplo, bajeles y bergantines y caravelas y caleidoscopios. No todas las palabras cumplen. Acaban. Consuman. Muchas restan. Conrestan. No todas las palabras proponen sublimidad. No todas son verbos y nombres al ritmo, tiempo. No todas lo logran. Cumplir. Acabar. Consumar. No todas navegan infinitas -azul y verde- con su mar.

PoesíApp: Tórtolas

Haciendo puente. Dos. El palomo y la paloma. Titiriteros del amor. En la cornisa. Él, desafiando el equilibrio, eléctrico en su cortocircuito de alas, cortejándola, humillándose, persistente, faldero. Ella, displicente, fríamente caliente, digna. Esta pareja de tórtolos, tan humana. Dos. Pontificando. Amando sin volar.

PoesíApp: Perderse y reencontrarse

Cuentan de un pintor chino que se perdió en su cuadro. Quizá algún emperador o algún mandarín o algún perito o  algún dios le pidiera lo pintara. Él, sin duda, lo realzó  muy por encima, muy lejos de tal solicitud. Lo pinceló tan delicado -el paisaje o lo que riera- que decidió penetrarse en el lienzo, perderse -en verdad, quedarse- en la hermosura. En su hermosura. Creada. Yo, seguro, quisiera perderme en la pena preciosa de mis versos. Quedarme ahí. Suicidarme en mi escrita belleza. Pero, enfermo, al contrario, al maldito contrario, nunca me pierdo en mis poemas. Me encuentro.

PoesíApp: Reglamento

En una ciudad del norte. Verdegrís. Dinero. Franquicias. A docenas. Ropa barata. Estadio. Higiene. Todobar. Tranvía superferolítico. Puntualísimo. Inútil. Cuyo reglamento -la urbe, pulquérrima, asolada por la peste- advierte: 1) Póngase la mascarilla 2) Mantenga la distancia de seguridad 3) Lávese con frecuencia las manos 4) Guarde silencio: Durante el trayecto no hable con los demás viajeros...

Por fin. Queda, ya, expresamente advertido: Silencio.  Durante el viaje de la vida -limpias las manos- no hable con el otro.