El filósofo, cuando despliega su infantería, prioriza la causa sobre el efecto. El poeta -pueril por necesidad, adolescente definitivo, azul roto-; el poeta, digo, sabe -ay, sabe- que lo fundamental, lo fundacional, es el efecto. Sabe que al hombre triste -perdón por la redundancia- le duele sólo, todo, su tristura. No la razón de su tortura. Sino la pura tortura. Ésa. La tristeza.
jueves, 16 de julio de 2020
PoesíApp: 58 penas
Ella se me murió hace -deshizo- cincuenta y ocho daños. Que se me murió. Tal vez fui yo quien me muriera. Yo, tal vez. Y ella perviviera, se permaneciera. Tal vez soy yo el que deshace, el que se ha deshecho en las últimas cincuenta y ocho penas, exactamente muerto, esperando. Solo. Y, solamente, esperándola...
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