La alcoba era inhóspita. Hospitalaria. La luz ocremente
fiera. No olía a nada. Como si la nada pudiera. Y ella. Ella. La vieja. Una
quiebra. Derrengada. Vieja. A penas comer. Todo dormir. Anticipándose. Vieja. A
un simple levantar de rodillas el alma le dolía con fervor de muerta. Se
le atragantaban las aguas del río. Le ahogaban los últimos meandros. A ella. A
la vieja. Junto a ella, mayor, el hijo mayor. También mayor, la hija pequeña. Y
la plétora rubia de una nieta. De repente, tanto cuidado al mismo tiempo.
La hija le abriga la mano. A la vieja. La mano de la vieja. La nieta le posa un
pie. Con queja suave. Profunda. Y, mayor, el hijo mayor, sonriendo, llora. No.
No todo era sórdido en aquella alcoba ocremente luz. Había también una frágil
belleza. Una frágil belleza inhóspita.
viernes, 20 de diciembre de 2019
lunes, 25 de noviembre de 2019
26-N: Presentación 'PoesíApp en Vitoria-Gasteiz
El autor, Juan L. de la Cruz Ramos, rodeado de amigos profesores, durante la presentación del poemario |
Vitoria-Gasteiz, 26 de noviembre de 2019. Con un Salón de Grados de la Facultad de Filología de la Universidad del País Vasco, en su campus de Vitoria-Gasteiz lleno a rebosar, el profesor Juan L. de la Cruz Ramos fue leyendo ayer tarde algunos de los versos que componían su nuevo libro, ‘PoesíApp’, que se presentaba ante el público para que éste los hiciera suyos.
-¿Qué tres palabras resumirían tus sensaciones en esa presentación, Juan?
-Emoción, comicidad y jondura
-¿Algún momento especial que recuerdes?
-El recuerdo, emocionado, al profesor José Javier Rodríguez, fallecido el pasado mes de septiembre, a la edad de 55 años.
-¿Participantes?
-Muchos profesores, alumnos y algo que siempre me agrada reencontrarme: exalumnos.
Portada |
Acompañaron en la mesa de presidencia al autor, el editor, Roberto Lastre, la poetisa Ángela Mallén y los profesores de la UPV Jesús Camarero, Luis Garagalza y Fernando García Murga.
PoesíApp es un poemario singular, un registro poético al estilo del zuithitsu, pensamientos al vuelo, como el título del libro de Yoshida Kenko, y no por gusto este poemario comienza con un viaje a Japón. Poemas escritos en el teléfonos, enviados por WhatsApp, de ahí el nombre del libro, de ahí la forma espontánea que marca el mínimo espacio, y lo trasciende y lo encanta" (Roberto Lastre, editor).
Puedes leer poesías de este nuevo libro ‘PoesíApp’ en este blog
domingo, 27 de octubre de 2019
PoesíApp: Mi buen hijo
Con indecible alegría -con esta tristeza que digo- iba hacia
la habitación. Su cuarto. Estaría dormido. En esa dormición plácida de hijo. De
buen hijo. En esa láctea dormición que todo padre le sabe. Mío.
Con indecible expectativa iba yo hacia su dormitorio. Vacío.
Maldito no recordar que no está. Que ya no está. Que se ha huido. Que es mayor.
Que es doctor. Doctor ya. Lejos. Allá lejos. Doctorcito. Enfermo yo. Maldito no
querer recordar que se ha ido. Que se ha marchido.
sábado, 19 de octubre de 2019
PoesíApp: La playa de octubre
Nunca lo había hecho. "Nunca" es palabra grande.
Pero no supera una pequeña vida. Yo nunca lo había hecho. Pasear por la orilla
de la playa en octubre. Pasearme la orilla sí, muchas veces. Pero pasearla en
octubre, no. Nunca. Era bello. Todo era bello. Yo lo era. La orilla lo era. Octubre
también. Bello. Mis pies andaban fronterizos. Mar, agua, olas, arenas, azul,
cielo, nubes. Mis pies los andaban. Salían y entraban en unas y otros. Solo. Yo
solo en la playa. Apenas con octubre. Me paseaba la orilla. Según marchaba
hacia El Puntal, mis huellas en dirección oeste. Mis huellas. No duraban. Al
regresar por el filo de la orilla hacia La Puebla, mis huellas en dirección
este. Tampoco duraban. Al abandonar la playa en octubre no quedaba ningún
vestigio. De mí. Mar, agua, olas, arenas, azul, cielo, nubes, persistían. Yo,
no. En la playa de octubre yo, no. No me permanecía.
martes, 8 de octubre de 2019
PoesíApp: Fuenteperruna
Sólo en eso. Pero en eso. Equivocados. En lo del mar, no.
Pero en eso del perro... Equivocados. En todo lo del mar, acierto pleno.
Mientras José Javier moría, mientras se permanecía, mientras se entraba en la
mar, Mariajosé y Salvador y Teresa acertaron dándose, dándole orillas.
Astrolabios. Mientras José Javier se entraba en la mar.
Pero, eso sí, en lo de que el perro no se haya despedido de
su amo, en lo de que el perro no haya podido, no le ladrara su último amor, en
eso, solo en eso, Mariajosé y Salvador y Teresa están equivocados.
Los perros tienen su tiempo. Una especie de edad de oro, de
siglos de oro caninos paralelos a nuestros relojes. Y José Javier era el dueño
y señor de los dorados siglos. Dueño y señor de Zalamea y de aquella casa con
dos puertas y -escúchame, Teresa- dueño y señor -amor- de todas las niñas de
plata. En ese áureo tiempo al que José Javier pertenece, que José Javier
señorea, allí, perros a una, en esa mágica Fuenteovejuna, su perrillo se
despidió. Y José Javier jugaba lanzándole mil pelotas en versos clásicos. Y
todos los perros -escuchadme esto, Mariajosé y Salvador y Teresa-, todos
los perros de todos los teatros -Quitos, por supuesto; e incluso el perro del
hortelano- se han despedido de él. Y es más. Ahí, en ese tiempo de oro, en esa
mágica Fuenteperruna, José Javier sigue haciendo. Y le dejan hacer. Sigue
siendo. Y le dejan ser.
domingo, 22 de septiembre de 2019
PoesíApp: El maestro ausente
Ausencia. Dobla en el aula un impermeable de pena. No
está. Él no está. El maestro. Ya no puede estar. Los otros maestros lo saben.
Los alumnos lo saben. Todos y cada uno de los siglos de oro lo saben. Y
los caleidoscopios lo saben. También. El maestro ya no puede estar. La pena
reside -zorra- en darse cuenta. Y entonces, justo entonces, en el aula dobla un
impermeable de pena. Todos los otros maestros y los alumnos todos y los siglos
áureos y los caleidoscopios y todos los versos a una, todos los versos en una
-universidad-, rompen, se rompen, rompen a llorar. Un llanto corto. Hondo. Sin
estridencias. Justo el llanto. Darse cuenta. El maestro ya no puede. El maestro
ya no está.
Homenaje al Profesor José Javier Rodríguez, fallecido el 21 de septiembre de 2019 en Bilbao.
Homenaje al Profesor José Javier Rodríguez, fallecido el 21 de septiembre de 2019 en Bilbao.
martes, 27 de agosto de 2019
PoesíApp: Madrid llueve
Llueve. Madrid llueve. Esta azul ciudad. Para mí. Azul. Hoy
llueve. Me llueve. Estoy contento. Me parece que al madrileño, desacostumbrado,
la lluvia le perturba. A mí me hace sentir en casa. Siempre me siento en casa
en Madrid. Pero más si cabe cuando Madrid llueve. Porque entonces es un Madrid
bilbaino. Que despliega su cortina de agua, de belleza. Es un Madrid entregado.
Impúdico. Es un Madrid húmedo. Pícaramente gris. Casero.
miércoles, 21 de agosto de 2019
PoesíApp: Museo de réplicas
Solo. Otra vez. Otra luz he visitado el Museo. Lo he revivido. De hecho. Lo he resucitado. Porque entre todos -vacío- lo habían muerto. Solo. Yo solo con la belleza en escayola. La belleza reproducida en belleza. La belleza resuelta desde la belleza. La belleza que no más puede generar belleza. Regenerarse.
Solo. Otra vez. Otra luz he visitado el Museo. Yo solo. Con la belleza. Una iglesia desacralizada. Restauración exacta. Prodigio en el cielo de los muros. Prodigio en las vidrieras. Formidable la piedra. La iglesia secularizada. Sin embargo, dios está. Seguro. Dios aquí sí que está. Solo. Yo. Con ella. Con él. Otra luz.
lunes, 29 de julio de 2019
Maestro Gamoneda
El profesor de la Cruz con Antonio Gamoneda |
Cuando dos poetas se encuentran en el camino, fueran quienes fueran -no importa su altura, su relumbrón, su pena-, uno siempre es maestro y el otro siempre es aprendiz. El maestro sabe. Lo sabe -casi- todo. El aprendiz pregunta. Le pregunta. Le acosa süave. Y, entonces, entre ambos, fluye. Trasparente. Fluye...
Consulte la página de "Poetas en Mayo", de Vitoria-Gasteiz
domingo, 28 de julio de 2019
PoesíApp: Cuenca soñada y despierta
La belleza de Cuenca exige una resolución metafísica. Cuenca existe. Debe existir. Sería una crueldad estética que un requiebro así no existiera. Cuenca existe. Una belleza como la suya debe ser. Pero Cuenca está dormida. Cuenca se permanece durmiendo. Su belleza es onírica. No hay nadie despierto en Cuenca. Todos duermen. Cuenca sólo se puede soñar. Su belleza es una ilusión. Cuenca no más se puede habitar que ilusionadamente. Todos los soñadores la residen.
martes, 14 de mayo de 2019
PoesíApp: La Cuidadora
Ella. Es ella. Ella es la protagonista de este poema. Del
poema. Ella. La cuidadora. Lava al desahuciado. Que apesta. Protege al abuelo
miedoso. Es decir, al hombre. Cuidado no es otra rosa que amor. Ella. Es ella.
La cuidadora. Bella en su campechanía. Honda en superficialidad. Porque su
superficie toda es mimar la fragilidad. No es culta. Pero sabe al débil. Y yo
la estoy poniendo en libro. Ahora. Ahora mismo. Sabe gritar el decibelio justo
al viejo sordo. Sabe la caricia máxima al moribundo. Sabe la cucharada exacta
del hambriento. Del hambriento de amor. Ella. Es ella. La
protagonista del poema. La cuidadora. Rodeada de muerte. Merodeada.
Perdedora. Claro. Perdedora. Siempre perdedora. La otra gana siempre. Pero ella
es constante. Constante. Su cuidado constante más acá.
jueves, 11 de abril de 2019
PoesíApp: Café con hielo
Para muchos -para casi todos- es un crimen culinario. Para
mí -tal bien sólo para mí- se me encapricha una exquisitez. Empedrar el café
solo y negro con unas tantas rocas de hielo.
Se me encapricha un arte helar de
súbito la cremosidad negra y sola. Sabiendo permanecer la espesura. Y
beber de inmediato negrura crema helada. Sin admitir nunca el aguachirle. Se me
encapricha un arte resolver amargura líquida en negra flor y nata piedra fría.
Será criminal. Anormal. Pero no otra losa se me encapricha la vida.
viernes, 22 de febrero de 2019
PoesíApp: El túnel
Estar sin estar en el túnel. Saber que estás en él a
sabiendas, cierto, de que estás fuera. Saberte oscuro y no tener duda de que
clareas y de que aclaras. La certeza negra y la conciencia cándida al mismo
verso. No encontrar. No poder. No poder encontrar la salida y, a las seis,
pernanecerte exterior en la relativa libertad de que el hombre es rapaz. Estar
sin estar en el túnel. Vivir estando y no estando. Así. Hoy.
domingo, 3 de febrero de 2019
PoesíApp: "Mi madre"
No pude conseguirlo. Me hubiera rozado que mi madre hubiera podido visitarla. Que mi madre hubiera podido visitar ésta mi ultima casa. Esta casa en la que envejezco. Pero no pude conseguirlo. Mi madre murió hace unos doscientos años. Se devana muy lento, muy largo, el tiempo, sin una madre. Ayer ya no aguantaba más. Yo. Ya no aguardaba mar. Y decidí invitarla. La amá, claro, aceptó. Encantada. Muertemente encantada. Al encantamiento visitó mi casa. Ésta en la que envejezco. Era curiosa. Era curioso que mi madre se permaneciera más joven. Más joven que yo. Vino en plétora de peinado y tacones. Bellísima. Muertemente bellísima. Lo escrutaba todo. Todo le gustaba. Mi casa de viejo le placía. Su oropel y su soledad. Cuando iba a enseñarle mi dormitorio abigarrado y soltero ya no estaba. Sabía. Sabia. Mi madre.
martes, 15 de enero de 2019
PoesíApp: Soñar en blanco y negro
Por ladrones que roto el mundo sabe desde que cumplí
cincuenta soy un hombre trágico. Antes era nada a penas que sólo un hombre. Que
es decir lo mismo. Un hombre trágico. Soy. Como hombre mágico por las noches
verdes sueño negro. En negativo. Sueño sueños en blancoynegro sólo negros. En
negro. En negativo negro. Sueños en los que, perdido -claro-, no sólo me
pierdo. Sino que pierdo. Siempre pierdo. Sueños en negativo negro en los que
siempre pierdo. Mi instinto de hombre trágico, mágico, me ha hecho -a pecho-
desarrollar un mecanismo de defensa. En el betún de las noches descalzas
soy capaz de despertarme a voluntad. En lo más insoportable. Soy capaz de
gestionar mi despertación cuando ya mi tragedia no se soporta más. Soy capaz de
romper el sueño. De discontinuarlo. De volver. Soy capaz de matarme como
soñador y volcarme. A la vigilia también insoportable. Para poder
soportarlo. Soportarme.
viernes, 4 de enero de 2019
PoesíApp: ¿Por qué Federico llevaba pajarita?
En mi Biblioteca hay infinidad de libros. Hay un infinito en libros. Hoy deseo librear uno.
Por las mañanas, recién levantado, me ejercito. En mi Biblioteca. Me ejercito. Engañadoramente. Una suerte de filia física entre la gimnasia para ancianos y la ancianidad titiritera. Al final de la ímproba tabla atlética me apoyo exhausto en una mesa sobre la que aterriza él. El libro. El libro de Federico.
Por las mañanas, todas las mañanas, recién ejercitado, sonrío a su portada. Sonrío a la portada desde la que Federico... Desde la que Federico se contorsiona. Ataviado con un terno. La mano derecha impulsiva. En alza. La izquierda abajada, asida a un bastón. No un bastón de mando. De canto. Un bastón de canto. Federico. Con su terno. En salto. Saltando. Contorsionado. Con su pajarita. No está saltando Federico. En verdad no está saltando. Con su pajarita al cuello -pájaro al cielo, claro- Federico no está saltando. Volando. Federico está volando. En la portada de mi libro. Y siempre. Como siempre. Federico siempre volando.
Por las mañanas. Todas las mañanas. Yo. Exhausto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)