Pexels (Piotr Arnoldes) |
Comprendiéndolo, nunca lo he entendido. El panteísmo. El pancristeísmo. Que Jesús, que es quien me importa, esté por todos lados, en todos los campos. Hace sólo unos días resolví un tanto más esta mi perplejidad.
Sala del museo. Colección de crucificados. Marfil. Mi sorpresa: en el colmillo fálico de un grotesco animal bueno, de un animal gigante, esperpento, se permanece agazapado, Él, aguardando el albur del artesano, del escultor, del hacedero. En el colmillo reposan, expectantes, sin saberlo, el pudoroso paño, el exquisito paño, las piernas quebradas, los pies en puro desperfecto, las manos taladradas, los brazos universo, la herida del costado, la anémica tablazón del pecho, el tórax deshinchado, el corazón perpetuo, el rostro -sangre, perdón, miedo-, la frente espinosa, la afrenta de tanto cuerpo detenido en ese exacto muriendo. Todo eso -pancristeísmo- en el colmillo fálico de un grotesco animal bueno.
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