domingo, 19 de mayo de 2013

Violín

Hace ya muchos daños, justo cuando enamoró mi pasión, un laudero me dijo que el violín es el instrumento que resuena más como la voz del hombre. Que más se asemeja al llanto humano. Su capacidad de armonía, al frotar con tensión las cuerdas, llora el diapasón -sol, re, la, mi- de la más honda congoja. El cuerpo estilizado de un violín es un cuerpo encogido por el dolor. Un dolor que le dobla la cintura, que curva y estrecha el orgullo, un dolor que colma su bóveda. Hasta el mástil del violín se encorva, al extremo, en una voluta de alta tristeza. El alma del violín es un sufriente cilindro que gime desde su madera. La lástima del violín suena aguda. Es la lástima más aguda de la creación. El cantino del violín puja el quejido más afilado que cabe en un verso.

Hace ya muchos daños un laudero me dijo que el violín es el instrumento que más se asemeja al llanto humano. Desde entonces he escuchado mucho. Con asombro he alcanzado la certeza de que ningún violín, por prodigioso que fuera, por atribulado que fuera el rumor de su remota fídula, de su afligida vihuela, ningún violín vibra la pena tanto como vibra mi pena, ningún violín tremola tanto como tremola mi quiebra.
 
27 - 4 - 13

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