sábado, 2 de marzo de 2013

Pero / Desde

No puedo escribir. Puedo. En verdad puedo. Es lo único que puedo. Que me cabe. Pero me duele. Escribir me hiere. Porque escribo desde la herida. Porque escribo la herida. Escribir es hurgar. Sangrar versos. Buscarlos en la hemorragia. Me debato. Escribir es, sí, una terapia. Pero escribir es, también, resolverme exangüe. Me estoy arruinando en versos. Estoy arruinándome la salud en versos. Me vacío escribiendo. Pero, es cierto, escribo desde el vacío. Sólo puedo escribir, pues, el vacío. Sólo puedo escribir vacío. Si no escribo no hay amor. Pero si escribo, como ya no hay amor, sólo escribo dolor. El amor me induce a escribir. Pero es el dolor el que me lleva a la poesía. Es el dolor el que lleva poesía. El que posee poesía. El dolor crea. Pero no crea amor. El dolor crea dolor. Creo desde el dolor. Creo dolor. Creo en el dolor. Dolerme crea. Las palabras ya no curan. Las palabras ya no me curan. Me enferman. Aunque estuviera enfermo antes de ellas. Sin ellas. Enfermo con ellas. Mi arte es vida. Desamor. Desvida. Mi vida es arte. Malo. Arte malo. Desamor. Desarte. Yo que querría besarte. Desearte.

No puedo escribir. No lo soporto. No lo soporto más. Pero, escribiendo, al menos, me duele.


18 - 1 - 13

domingo, 24 de febrero de 2013

Mapa del Tesoro

En el trastero, en la gaveta más olvidada del más destartalado pupitre, he hallado un saquito de arpillera, todo dentera y polvo. Dentro, alguien abandonó veinte preguntas. Veinte preguntas que transcribo en el aleatorio orden en que las he extraído. No sé si así forman el imposible mapa del tesoro de un sufrimiento. A saber:
 
¿Por qué hoy una tristeza tan, tan sin naturaleza humana que no cabe en la lana de mis calcetines? ¿Por qué hoy, si yo creía que sólo era una metáfora, el hospital de la pena ha detectado un clavo, con todo su hierro, sangrándome el amor? ¿Por qué hoy, si no me llamara juan el de la cruz, me llamaría dolor o zanja o costurón? ¿Por qué hoy la bondad se ha marchado, se me ha marchado, y me ha puesto vacío? ¿Por qué hoy sé que moriré esta tarde, que la palabra que vas a decirme me suicidará justo -injusta- esta mismísima tarde? ¿Por qué hoy lo corpóreo acecha con tentación de vena, de cuchilla, deceso? ¿Por qué hoy la espina de la...? ¿Por qué hoy la queja se hincha como un montgolfier que sólo descendiera? ¿Por qué hoy me llama, desde el otro lado, una voz siniestra? ¿Por qué hoy dios sólo me concede el pavor del tiempo? ¿Por qué hoy salgo desnudo a pesar de mi impecable traje de franela y de mi corbata de guerra? ¿Por qué hoy mi piel es una frontera tan irrisoria para el virus de la desesperanza? ¿Por qué hoy hay cordero para comer? ¿Por qué hoy he averiguado el invierno? ¿Por qué hoy no me queda lugar en la belleza? ¿Por qué hoy quepo cabalmente en la fosa? ¿Por qué hoy la palabra nunca se ha hecho carne? ¿Por qué hoy no me perdonas ser pequeño? ¿Por qué hoy la fúnebre certeza? ¿Por qué hoy?

19 - 12 - 12

domingo, 17 de febrero de 2013

Guantes

Mis queridos guantes:

Requetenegros, curtidos gemelos de mis manos capitolinas, de la roma de mis dedos, guantes, como anillo al cielo, mamáis calientes las ubres de mis sueños. Cuando están fríos, tiesos, duros, virilmente erectos, los acogéis como se cierran diez cuerpos al amarse, os acopláis como aire sobre un pájaro, los entibiáis como agua sobre un huerto. Guantes cavernosos y secos, guantes hospitalarios, guantes muelle, guantes pecho, guantes como madre, como útero, negros guantes todo sexo, hoy mismo quiero agradeceros vuestro virginal acogimiento y perpetraros diez besos.

Aguerridos guantes de la batalla de mis dedos, guantes refugio, trinchera, dos mujeres guantemente versos, aceptad el amor lento de vuestro huésped.

De "Cartas a mis cosas"

sábado, 9 de febrero de 2013

La tetera

Algo debe de haber en mi alma. Me he fijado que en la tetera había una mácula. Como un jirón mate que mancillaba tanto brillo. Siempre va conmigo un pañuelo blanco. Lo he aplicado a la alevosa mancha. Persistía. He frotado con más ímpetu. Persistía. He desistido de mi pañuelo. Con saña he raspado con un cepillo temiendo herir la plata. La tacha persistía. Afrentosa. Muy picado, he decidido recuperar mi pañuelo. Cándido. He acercado la tetera a mi boca y le he exhalado aliento. Rápidamente la he acariciado con el lienzo. La mácula se ha rendido a mis adentros. Se ha perdido. Todo era espejo. No me cabe duda. Algo muy puro debo de tener en mi alma.
De "Teoría de Fragmentos"

miércoles, 6 de febrero de 2013

Federico

Decía Federico que el meollo del gitano es la pena, que se filtra. Por eso Federico, que se abría las venas por los demás, le cantaba. Al gitano. Porque el gitano es la antonomasia de la pena.

Yo estoy convencido, ahora, de que Federico, mi Federico, el que a tantos alumnos he descubierto, me cantaría. Cantaría mi alma gitana. Porque en este momento, a treinta de enero de dos mil trece, a las siete y cuarto de esta perenne noche que soy, no hay en ninguna esfera más pena que en mi alma. No hay en ningún hemisferio ningún gitano en cuya navaja resida tanta pena como en mis ojos. No hay en toda la circunferencia de la Andalucía universal ningún Camborio que se alimente, flaco, de tanta pena como yo. En este momento, perpetuas siete y cuarto de esta perpetua noche nochera, no hay en toda la luna lorquiana de la gitanería nadie que renuncie a toda cosa, como declaro que renuncio yo, por ser pena. Sólo pena. Toda la pena.

Yo estoy convencido, ahora, de que mi Federico me cantaría a mí. Porque la pena se me filtra. Porque yo creía que el alma no existía. Pero ahora, a treinta de enero de dos mil trece, sé que existe. Que mi alma existe. Porque en ningún lugar físico puede, me puede caber tanta. Tanta pena.

Y por eso estoy convencido de que Federico cantaría, ahora, en romances, mi alma gitana.

 
30 - 1 -13

sábado, 26 de enero de 2013

Disfraz


Hoy me ha felicitado el médico. Vas impecablemente conjuntado. Me ha dicho. Me ha dicho que el tono de la americana se condecía a las mil maravillas con la alpaca gris marengo del pantalón. Me ha dicho de la perfección del nudo de la corbata. De su vuelo grácil aterrizando en la pechera por mor del oro del alfiler. Me ha dicho que nunca había visto algodón de camisa tan bien planchado. Y me he dicho, por fin, que el charol de los zapatos con que me arrastro brillaba negro y noche. Hoy, pues, me ha felicitado el médico. Mi porte. La prestancia. La caída de la ropa. 

Del dolor de tanta elegancia. Del tumor bajo el disfraz no me ha dicho nada.

18 - 1 - 13

sábado, 19 de enero de 2013

Resistencia

Obviamente no es cuestión de fuerza. Meticulosidad. Necesito ser meticuloso. Proceder con cuidado. La operación requiere solicitud. Extremo. Del viejo marco de plata he de quitar la foto. Su foto. Es un viejo marco de plata. De plata antigua. De esa plata abigarrada y grave que hay que lustrar de vez en cuando. El cristal manchea por acá y por allá. Huellas. Polvo incrustado. Algunos besos indelebles. Pretéritos. La plata precisa ser bruñida. Un óxido, como si fuera pesantez de tiempo, ha impuesto su mancilla por doquier. Es un viejo marco de plata. De plata antigua. También está añecida la foto expuesta. Su foto. Con su sonrisa de entonces. Y sus hoyuelos. Y la mirada que columbraba el infinito. Que no suponía que hubiera un fin. Que no suponía que algún día, hoy, yo tuviera que retirarla. Que despojarla. Que retirar la foto. Su foto. Porque se hubiera acabado.  
 
Obviamente no es cuestión de fuerza. Necesito ser meticuloso. Cuidadoso. Pero el marco se opone a ser desposeído. El cristal se afirma en su maculada transparencia. La plata reclama su derecho y se obstina en no ceder. La foto no abandona. Su foto. Se aferra, se argenta al soporte y se niega a marchar. Es como si marco y cristal y plata se rebelaran y defendieran su prenda. La foto, su foto, no se desprende.

Obviamente no es cuestión de fuerza. Es la última inercia del amor. La pura resistencia.

Exactamente lo mismo le pasa a mi corazón.

30.12.12

martes, 8 de enero de 2013

A mi Cristo de plata


Mi queridísimo cristo de plata:

Sin cruz, flotando crucificado en el mar jaspe de una medalla como de amatista, sin cruz, ingrávida, franca, desprendidamente colgando, sin cruz, mi cristo crucificado de plata sobre la mesa del despacho, muertemente velando. Mi pequeño cristo de plata crucificado -sin cruz- en la laja cornalina, yo sé que a tu retorcido cuerpo de carne y verbo le ofende el metal rico en que te apresó el ignorante orfebre; yo sé que, sin cruz, tus palmas y tus plantas y tu torso necesitan el hogar de su madera y repugnan el tacto frío de la preciosa piedra. Reclaman una simple cruz de madera en que perdonar. Y posarse.

Sin cruz, mi queridísimo cristo de plata sobre amatista u ónice o ágata, no sé, reducción, bagatela, miniatura gigantesca, por qué no, mi cristillo descrucificado, ahora que puedes, sin cruz, sin plata y sin piedra, reencarnado, a lo grande, por qué no se lo pides a tu padre y, de nuevo, vuelves sin cruz a la tierra. Al acecho -¿por qué no?- te espero.
 
De "Cartas a mis cosas".

martes, 18 de diciembre de 2012

Profesores

Conozco tres tipos de instrucción, decía Lázaro Valbuena a sus alumnos.

La del profesor que suspende a su discípulo por opinar de forma diferente.

La del profesor que lo da por bueno aunque discrepe de sus enseñanzas.

Y la del profesor que lo aprueba con entusiasmo precisamente porque su estudiante es un disidente.

De estos tres profesores, escuchadme bien, sólo el último es un maestro.

De "Lázaro Valbuena".

martes, 11 de diciembre de 2012

Diccionario

Mi queridísimo diccionario:

Dueño absoluto, abarrotado almacén de telas, laberinto con todas las entradas, infinito espejo pequeño como la tierra, llave maestra, biblioteca, mi queridísimo diccionario, inútil como un museo. Paleontológico. Piedra. Industria textil parada y quieta. Muerta. Guitarra sin dedos. Galilea.


Mi abigarrado diccionario otoñal y planeta, sólo hilos, destejido, desastrado, estepa, maldito catálogo de terciopelos y rizos y tules y sedas, exhaustivo y tentador, excitante, proxeneta. Maldito diccionario, te falta, no ofertas, la rueca que teja y desteja, no adjuntas manual que el hilandero comprenda. Condenado lexicón, no acompañas prospecto para tu poeta.

De "Cartas a mis cosas"

miércoles, 5 de diciembre de 2012

En los libros

Las grandes personas, decía Lázaro Valbuena a sus alumnos, las he encontrado siempre entre libros. En la inmensa compañía de la soledad bibliotecaria. Siguiendo la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido. No me gustan las efigies ni el humo. No soporto las estatuas de peanas que debieran estar vacías. Desprecio a los voceras y a los bocazas. La logorrea mezquina. A los personajillos. A los reyezuelos. La obra bien hecha es obra de amor, trabajo y tiempo. El mar necesita muchas olas para llegar a la playa. Las grandes personas que he conocido han demorado sus vidas entre páginas. Blancas o impresas. Páginas. Las grandes personas que he conocido han sido radicalmente libropésicas. Invulnerablemente letraheridas. Sed valientes. Leed. No temáis acompañar a Lewis Carroll a través del espejo. No temáis acceder con Juan Ramón al otro costado. Sólo allí hallaréis la verdad desnuda. Esquinuda. Cortante. La verdad. Lenta. Tozuda. Sólo allí hallaréis la crítica. Para ese viaje no necesitáis gran impedimenta. Id ligeros de equipaje. A tercios oídos sordos, resistencia y bondad.

De 'Lázaro Valbuena"

viernes, 30 de noviembre de 2012

Ocaso

Ahora que empezaba a ser viejo había decidido morirse. No podía soportarlo. No podía soportar que el sarmiento de sus dedos le impidiera tocar el violín. No podía soportar que la humanidad de su cabeza acabara con su genio. No podía soportar que las vocales de su cuerpo fueran puro dolor. No podía soportar que la lentitud de los minutos ralentizara su carrera perfecta. No podía soportar a Dios, al que había amado tanto. Y ahora le traicionaba. Ahora que empezaba a ser viejo había decidido morirse. Aunque no sabía cómo. Estaba tan solo. Y tenía tanto miedo.

Como siempre. Pero ya demasiado tarde.

De "Teoría de Fragmentos"

domingo, 25 de noviembre de 2012

Palabras

Necesito tus palabras

invadir tu hoy tu cama

cuando cae sigilosa desde el viento

la desnuda vergüenza de la ropa

necesito que me toques

necesito

el vientre muelle de tu norte donde reposar mi ayer

necesito desde el sexo

de la espada

nacer tu pelo tu cara

te necesito arriba y abajo

a diestra y a esperma

desde el reloj a la tierra

desde la espalda al océano

desde dios al aserrín


este abril que me pesa.



De "Ni en los vientos, ni en los mapas"

domingo, 18 de noviembre de 2012

La Mosca

(estilo a ráfagas; lea atentamente este ejemplo)

Sobre la mesa un mantel. Sobre el mantel un confite. Sobre el confite la mosca. Sobrevolándolo. Sobrevolándome. Permanezco quieto a ver qué pasa. Con su zumbido interpreta una eufonía pura en cuatro movimientos. VIVACE. ALLEGRETTO. PRESTO. ALLEGRO CON BRIO. Vuela como un hombre jamás podrá hacerlo. Su acrobacia reta todas las leyes. Mientras rubrica el viento leo en su desafío de volatines una literatura titiritera, un libro lejos. Evoluciona, aérea, flameando versos -verso a verso- que jamás hubiera imaginado existir. Abigarra el éter de revueltas consonantes, como cielos, y lo hace azul. Cómo vuela. Cómo piruetea. Cómo nada en el cristal del tiempo. Cómo se maneja en la transparencia. Qué alarde de plenitud. Cuánta ala. El mantel sobre la mesa. Sobre la mesa el pastel. Permanezco quieto a ver qué pasa. Exhausta, muerta de belleza, cae en barrena. Inevitable golosa. La dejo hacer.

De "Curso de Gramática"

martes, 13 de noviembre de 2012

Retrato

Mi queridísimo retrato:

Apenas. Sólo a venas. Sólo algunas, muy pocas venas reconozco. Te reconozco. A mí. A duras venas. Al escondite con el tiempo, inmutable, imperceptiblemente amarillento, en asomo perpetuo tras el cristal enmarcado. Como desde un balcón de plata. No se cansan tus maseteros del rictus eterno. De la sonrisa larga. De años y años recalcitrantemente sonriendo. Los ojos como dos relojes imparables, tic-tac, tic-tac, abiertos. Incansables. Abiertos. Qué bárbaros. Nunca durmiendo. Nunca te los he pillado durmiendo... El pelo, brillante y denso, mi queridísimo retrato, el pelo volando, sólo roto el vuelo del flequillo por un remolino rebelde. Fiero. Los ojos incansablemente abiertos...

Mi queridísimo retrato. Si supieras cuánto te espío. Apenas me reconozco en ese niño. En ese niño siempre. En ese niño siempre sonriendo. Siempre volando. Siempre despierto. Nunca te he pillado durmiendo... Y a pesar de todo, a pesar de todo lo lejos, mi remotísimo retrato, me quedé. Me quedaste. Te estoy. Me sigues teniendo.

De "Cartas a mis cosas"

jueves, 1 de noviembre de 2012

A un muerto

(complete con cautela las oraciones causales que se proponen)

Porque ya no habla y ni la madre ni el amor ni los hijos pueden.

Porque los ojos han dimitido -huelga general de la memoria- y el paisaje resuelto en hambre la mirada.

Porque las manos sin dedos que las llamen ni otros platos que llevarse a las uñas.

Porque huele como sólo hiede -hiere- cuando ya no.

Porque la lengua se ha rendido y no busca y fláccida como un limaco y no juega y no penetra.

Porque los pies se han descalzado la vida y los reclama y los pisa acreedora la tierra.

Porque el sexo ha venido a menos.

Porque las tripas vacías se han llenado de agujeros.

Porque no tiene respiración ni cometas ni colores ni metales preciosos entre los huesos.

Porque regalar su boca es un imposible verso.

Porque no está.


De "Curso de Gramática"

sábado, 27 de octubre de 2012

Espera


En el invierno de la vida, abrigado en la biblioteca de casa, llevo siempre sobrepuesta, como un braserillo epidérmico, mi vieja bata de pirineo. Un remoto cuadro escocés verdeazul. Así resisto refugiado, pues, en plena naturaleza. Me la ciño con un desmedido cinturón. Bueno. No me la ciño. Más bien la amoldo al vientre que, curioso, pugna abundante por asomarse entre los faldones.

La bata es larga. Yo soy corto. Debo cobrar un extraño aspecto entre principito fascinador y maltallado monje medieval. Algo ridículo y desgarbado. Pero vivo muy cómodamente dentro de mi talar bata azul, verdosa y pirenaica.

En la pechera, a la izquierda, hay dispuesto un hondo bolsillo de plastrón. Desde que me dijiste que me ibas a telefonear intempestivamente, a la hora menos pensada, llevo en él, como un tesoro, mi móvil. Me pesa. Me descompensa. Me abulta. Pero no lo saco ni a sol ni a sombra. Ahí permanece. En el bolsillo corazón de mi bata. Esperando la llamada que ha de llegar hasta mi privado pirineo, hasta mi particular verdeazulado secreto. Pensando en ella, en tu llamada -y no hago otra cosa-, el móvil, quieto, se percata de cómo mi corazoncillo se acelera. Mi bata está disfrutando tanto, expectante, aguardando tu voz, que casi desea que no lo hagas. Que no telefonees. Para seguir gozando la sorpresa. Para seguir complaciéndose en la pura esperanza.

domingo, 21 de octubre de 2012

La lengua del bebé

El crío era una monada. La verdad. Rubito. Ojos azules. Mofletes sonrosados. Estaba para comérselo. Todos coincidían en que estaba para comérselo. Andaba graciosísimo. Tambaleándose. Con los brazos levantados. Como rindiéndose amablemente a la vida. Era una monada. La verdad. Un juguete. Por eso era tan sorprendente que hablara así. Tan raro. No es que hablara una lengua de trapo. O una jerguilla indescifrable. No. No era eso. Se hacía entender. Sí. Pero, al mismo tiempo, nadie comprendía lo que decía.

Vamos a ver. Hablaba perfectamente. Con claridad y fluidez impropias de su corta edad.  Pero es que hablaba otro idioma. No hablaba su lengua materna. No chapurreaba, como todos pensaron al principio, la exótica lengua de la tata que le cuidaba. Y que fue despedida. La pobre. No. No era eso. Tampoco era eso. Es que hablaba perfectamente un idioma desconocido. Por completo ignoto para sus padres. Y para cuantos le rodeaban...

De "Teoría de Fragmentos"

domingo, 14 de octubre de 2012

El Espía

(exceso de epítetos)


Cada mañana, puntual, arrellanado casi como un rey en la trona del baño, mientras la naturaleza desanda el camino de mis tripas, me sé observado. El suelo es de un conglomerado pétreo, de un mármol de similor que siempre se me antoja rojo. Como si el cuerpo se me descargara sobre el mismísimo infierno. Por entre las tortuosas vetas del piso juegan llamas y diablillos súcubos. Justo al pie del monte del lavabo -de cuya cima brotara el chorro estigio-, desafiante, una falla, un vicio de una de las losas se insinúa como un ojo saltón. Resignadamente sentado, cada mañana me estremezco ante esta mirada monocular e inmisericorde, fija, que me ataca en escorzo. Me estremezco ante este escrutador puntual, sulfúrico, fétido, que asoma desde el averno. Me estremezco ante este fisgón que apesta.

De "Curso de Gramática"

domingo, 7 de octubre de 2012

Al aerosol de colonia

Mi queridísimo aerosol de colonia:

Quiero escribirte hoy tu aguante, tu indocilidad, el vigor de tu desobediencia. Días llevas ya boqueando tu último perfume. Sobreviviendo en estertores. Asido por mi mano derecha como si fuera yo el bandolero de tu esencia, perseveras agonizando humores, vaporizando tu resistencia. Pulso una y otra vez el automático de tu alma y tu vida se dispara en una lluvia seminal de milmillones de fragantes -¿flamantes?- chispas. Pero yo miro incrédulo un día y otro la transparencia de tu frasco y te veo vacío. Casi vacío. Días y días te infinitas como un desierto. Apenas un charquillo imposiblemente interminable sobremuere en el fondo del pomo. Sin embargo, al reclamo de mi pulsión, el sifón, ávido, lo persigue día tras día y día tras día lo inhala -lo anhela- en fatigada respiración de lavanda. Un día tras otro tercamente resollando...

Mi jadeante aerosol, eterno hálito, mínimo y dulce luchador asmático, reciba tu descomunal batalla perdida el reconocimiento lírico de tu implacable asesino.

De "Cartas a mis cosas"