A esa niña ucraniana, a esa misma -la misma- niña rusa que, por si ocaso, ha empacado su mochila de guerra, a esa niña -una y misma- escribo este poema roto de par en par. A ti, niña rusa y ucraniana que, con cuidado de madre, con mimo de misma niña, has posado en tu mochila, por si ocaso, en caja de hoja de lata -cama de guata, redondel para la respiración-, tu hámster canela, tu muñeco de fieltro, tu caleidoscopio enamorado... A ti, niña ucraniana y niña rusa y niña gitana y niña guardiacivil y niña negra y niña blanca, a ti, niña una y misma en tanta, tanta guerra, te escribo este entero poema. A ti, niña humana y risa. Que tu mochila no te pese, que tu hámster canela te permanezca, que tu muñeco de fieltro te crezca, que tu enamorado caleidoscopio -leal a su esencia- embellezca. Siempre. Embellezca.
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