martes, 19 de marzo de 2013

Mi queridísima pastilla

Ayer me dolían los ojos como si fueran de carne y hueso. Habían llorado mucho. Habían llorado tanto. Rojos, acuosos de vino, lloraban moscatel rancio y tinto. Lloraban como debe llorar el amor en las sábanas del prostíbulo. Lloraban limones a litros. Me dolían los ojos ayer. Me dolían mucho. Me dolía su carne cristalina y su hueso íntimo. Me dolía, en las niñas, todo lo que había visto. Tener niñas doloridas en mis ojos. Qué abismo. En mis ojos me dolía todo lo que había visto.


Mi queridísima pastilla, tanto dolor había en mis ojos que no podía ni escribirlo. Te tomé entonces, analgésico curativo, atontador somnífero, y mis ojos se cayeron -¿se callaron?-.Dormidos.

Mi queridísima pastilla, panacea sólo a medias, insuficiente paliativo, hoy he abierto mis ojos. Y me duelen lo mismo.


De "Cartas a mis cosas"

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