domingo, 11 de octubre de 2015

Lux Aeterna


En verdad te digo, señor, que, a pesar de todos los pesares, de nuestros pecados tercos, de nuestra condición insuperable de corderos, de nuestra carencia de dioses, de nuestro ser huérfanos, o, quizás, por todo ello, brillará una luz inextinguible y débil, muy endeble, para nosotros. 

Porque la muerte guarda una pequeña alma misericordiosa para sus muertos. Porque la muerte luminosa no nos pretende sempiternos ciegos. Porque la muerte se resigna a que, incluso muerto, un hombre es un hombre. 

No puede descansar de serlo.

De "Réquiem".

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