Otra vez la Guerra, decía Lázaro Valbuena a sus alumnos. Esta hez, otra vez, la misma. La misma Guerra de siempre. De vientre. Decía Lázaro Valbuena a sus alumnos rusos y ucranianos. Chinos y americanos. Europeos y derrotados. Todos -ya- derrotados. Yo, desde mi cátedra de fragilidad universitaria, decía Lázaro Valbuena, reclamo, os reclamo a todos los jóvenes, a todos los soldados rusos y ucranianos, chinos y americanos, europeos y estrafalarios, os reclamo a todos: 1) No os vistáis de Guerra. Y 2) Si ya lo habéis hecho, si ya os lo han hecho, descalzaos ahora mismo casco y botas, desnudaos ahora mismo hasta los cueros, desarmaos ahora mismo cuerpo y alma y tuétanos. Si ningún joven soldado ruso ni ucraniano ni chino ni americano ni europeo ni fulano jugara –maljugara- a ser soldado entonces, ay, entonces, capitanes y generales y presidentes habrían de dimitir de sus edades. Y suicidarse.
Jóvenes soldados -ya- derrotados, ahora mismo, os reclamo.
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