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Mi queridísima puerta:
¿Dónde estás cuando estás abierta? Si abierta no puedo verte. Sólo veo tu ausencia. Tu transparencia. De par en par te me ofreces y te entro. Tieso yo. De pie. Recto. Pero no te penetro. No me quedo dentro. No puedo. Porque no más te atravieso ya estoy del otro lado. Al otro lado de tu otro lado. No sé cómo puede ser. Como si fuera otra vez fuera estando dentro. Estoy dentro. Pero no adentro de ti. Simple frontera. Estoy dentro. Sí. Pero no en tus adentros. Cuando estás abierta, hueca, desnuda de tu madera, despojada, descubierta, no me alojas. Me toleras. Pero no me hospedas. Me haces amigo. Pasante. Pero no te abres amante. No me quieres. No te dejas. No me aceptas. Puerta abierta: virgen inviolable. Eterna virgen. Virgo perfecta.
Puerta, mi queridísima puerta abierta, imposible, terca, recibe la obstinada resistencia de tu aspirante, de tu pasajero.
Del libro "Cartas a mis cosas"
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