Volver. Se apellidaba Volver. El profesor que explicaba mi adolescencia. Que explicaba Física. El maestro. Volver. Me explicaba que había un lugar -un hogar, un soñar-, un solo lugar desubicado donde la Ley de la Gravedad era inversa. Donde la fuerza no se empeñaba en hacer caer sino que se cuidaba en ascender. Un solo lugar desubicado donde desplomarse se resolvía -se rebeldía- en alzarse. En remontar. Donde lo grave era elevarse. Jamás, claro, he logrado ubicar ese lugar transgresor. Pirata. Jamás, claro, tampoco, he logrado reencontrarle. Jamás me ha regresado. Volver.
lunes, 2 de noviembre de 2020
sábado, 19 de septiembre de 2020
Poemas despacio: Planta falsa

No puede ser. A la planta falsa,
de plástico verduzco, de artificio sin fuego, algunos brotes le han nacido. No
en este poema. Sino en su verdad de planta mentirosa. En su realidad -viva,
muerta- postiza. Ilegítima. Perpetua. No puede ser. Entiendo que no puede ser.
Pero ha sido.
Poemas despacio: Bebidas
Me gustan las bebidas frías.
Aguas tónicas. Frutas efervescentes. Espumosos vinos. Licores álgidos. Me gusta
el hielo. En boca. Congelar el paladar. Refrigerar la garganta. Placer. Un
placer glacial para mí. El frío.
Lo que nunca hubiera supuesto es
que, negro, descendiera al corazón.
martes, 25 de agosto de 2020
PoesíApp: Antropología
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El hombre... |
jueves, 16 de julio de 2020
PoesíApp: La tristeza del poeta
El filósofo, cuando despliega su infantería, prioriza la causa sobre el efecto. El poeta -pueril por necesidad, adolescente definitivo, azul roto-; el poeta, digo, sabe -ay, sabe- que lo fundamental, lo fundacional, es el efecto. Sabe que al hombre triste -perdón por la redundancia- le duele sólo, todo, su tristura. No la razón de su tortura. Sino la pura tortura. Ésa. La tristeza.
PoesíApp: 58 penas
Ella se me murió hace -deshizo- cincuenta y ocho daños. Que se me murió. Tal vez fui yo quien me muriera. Yo, tal vez. Y ella perviviera, se permaneciera. Tal vez soy yo el que deshace, el que se ha deshecho en las últimas cincuenta y ocho penas, exactamente muerto, esperando. Solo. Y, solamente, esperándola...
domingo, 21 de junio de 2020
PoesíApp: La tragedia bella
Tú sabes. De la tragedia. También de la Poesía -cimas, simas- entre tanta... Pues eso. El hombre aguanta. El poeta aprieta. Los dos, heridos, intentan...
PoesíApp: El balance
Cuando uno llega a un cielo -hielo, tal vez, quiero decir- en que la edad ya no puede esperar. Cuando uno llega tan lejos -viejo, quizá, me atrevo a fingir-, uno se abisma al balance. A su riesgo. Uno -tan lejos, tan viejo- concluye que, acaso, no merece la arena. Que nunca disfrutó de la playa. Que nunca el mar le bañó de tierra. Uno -tan viejo, tan lejos-, desde su prudencia, concluye que, a lo peor, lo mejor es no ejercer balance. Que, a lo error, ojalá -incluso- no haber vivido. Para qué. Para llegar -no llegar, seguramente, quiero decir- solo, sin acento, a ser distancia.
sábado, 6 de junio de 2020
PoesíApp: La puerta
Vendo la absoluta certeza. Estaba. La había. Aquí. La puerta. Yo la abría una y otra piel. La entraba. La salía. Me traspasaba. Vendo la certidumbre de su estancia. De su esencia. De mi fluencia. Aquí. La había. Y, sin encargo, ahora, donde había ya no me hay. Me cancela.
PoesíApp: La palabra
La palabra, cuando menos, es algo. Me resta, donde más, ese conduelo. Algo. A lo peor se me multiplica. Ese algo inerte de esa palabra. Ésta. Vacío. Esta palabra que es un hueco. Un intervalo. Me resta.
Ella. Otra vez.
Ella siempre. Me ha dejado un roto más. Mi gira es dejarme. Ella. Dejarme. A pocos. No una dejación constante. No. Constante. Sí. Una dejada. Una dejada constante. Un roto añadido. Más.
Así que sólo me resta la palabra. Ya es algo. Me consuelo. La maldita palabra hueco. O qué edad. Ésta. Vacío.
sábado, 16 de mayo de 2020
PoesíApp: Hace un año
Hace un año. Otro hoy. Justo ahora. Doce otras. Eran las doce en vilo.Vestido de amaranto y oro -ojalá-, mi coche negro zaino abandonó, volando, raso, la plaza. Ni el tiempo ni la autoridad la permitieron. La muerte. Y, sin embargo, yo, vestido de llanto y lloro, yo, un aparte, se quedó. Allí. En la mediana. Fuera de la plaza. Para vientre.
PoesíApp: Se necesita contador de estrellas
Discreta. Asustadamente. El periódico lo publicaba. El anuncio. La oferta. De estrellas. Contador de estrellas. Se necesita contador de estrellas. Y una dirección: Solomar, novecientos, ático derroche. Con discreción. Con miedo. Acudí. Me atendieron. Solícitos. De noche, claro. Hay que contarlas de noche. A cada contador se le adjudica una parcela de negro, de cielo negro, de cielo noche. Y cuenta. Estrellas. Todas las que pueda de entre el sarampión estelar de su parcela. No hay retribución. El sueldo de cada contable es el formidable. El propio infinito de su cómputo. Asustado. Discreto.
Pod-esía: Me persiguen
Texto recitado:
No sé en la otra parte. Pero en esta parte del tiempo me he percatado de que me siguen. Con constancia. Con arrogancia. Con discreción. Me he percatado. Pero no he visto. No les veo. Me persiguen como la leche a su vaca. Me persiguen süave, blancamente. Y esa persecución delicada, feroz, me canta miedo. No sé en la otra parte. Pero en esta parte del tiempo -todo el tiempo-, miedo.
Poesía: Juan L. de la Cruz Ramos
Edición audio: Gorka Zumeta
Música: Tangerine Dream
Poesía: Juan L. de la Cruz Ramos
Edición audio: Gorka Zumeta
Música: Tangerine Dream
martes, 5 de mayo de 2020
Pod-esía La Corona
Recitado de esta poesía a cargo de la poeta Ángela Mallén, con música de Dominique Charpentier
Texto recitado:
La Corona me ha prohibido. Me lo ha prohibido. Besarte. Siempre hay un mito viejo, recto, que prohibe. Me ha prohibido rozarte. La Corona. Antes. Antes de que se atreva con la palabra. Que lo hará. Antes de que se atreva, te remito este vocablo embarazado, esta boca preñada con que te hablo. Te remito esta voz encinta -beso-, plena de jugos y de sierras y de chispas y de chimeletas. Te remito en desafío -me la va a prohibir, la Corona-, te remito, abracadabra, la palabra. Beso.
sábado, 2 de mayo de 2020
PoesíApp: El Poder
No sólo los españoles nos equivocamos. También los albaceteños. O los siux. O los ingleses, por ejemplo. Filósofo. Empirista. Tolerante. A veces sí. A veces no. Dijo algo así como que el Poder no debe ordenar la práctica de ningún vicio...
Pero, ¡hombre! Si hay algo que está claro, que para mí está claro -no hace falta ser ni filósofo ni empirista-; si hay algo que está claro es que el Poder es Poder porque fomenta todos los vicios. Consumismo. Ignorancia. Mousse de chocolate. En Albacete. Entre los siux. En Londres...
El Poder en sí mismo es un vicio.
domingo, 26 de abril de 2020
PoesíApp: Pudiendo haber sido...
Pudiendo haber sido especia (alcaravea, junípero, tamarindo). Pudiendo haber sido flor (buganvilla, caléndula, dondiego de noche; de día, heliconia). Pudiendo haber sido hambre satisfecha (altramuces, cacahuetes, vainita blanda). Pudiendo haber sido hierba (cilantro, perifollo, salvia). Pudiendo haber sido verde (escarola, jengibre). Haber sido... Quisiera ser jardín, huerta, campo. No piel cancerosa ni estenosis del amor ni tuétano de soledad. Pudiendo haber sido...
viernes, 17 de abril de 2020
PoesíApp: Decepción
Señor: He viajado hasta lo hondo de mi pluma. Hasta la mina del alma. Requiriéndote. He culminado. Porque mi peregrinaje -decepción- ha sido, claro, un claro viaje vertical. No exactamente de verticalidad ascendida. Sino de perpendicularidad penetrante. Me he escalado entrando. Entrándome. Como si fuera un viaje horizontal y alpinista e interno. He accedido a la cumbre, a mi cumbre, dentro. Decepción. La peregrinación, clara, ha merecido tanta, tanta pena. Ya la he culminado, Señor. No te he encontrado. En mi cima. Dentro. No estabas. Es cierto, Señor. No me estabas, dentro. Pero -decepción- lo que he descubierto... Lo que he revelado -tanta pena- no es que no me estuvieras. Lo que he abierto es que sí. Que podrías estar. Que tal vez, incluso, quisieras. Estarme. Pero -tanta pena- lo que he manifiesto es que no he ganado. Que no te he ganado. Que no me estás porque no te merezco.
domingo, 12 de abril de 2020
PoesíApp: Estadística
Estaba convencido. Sosegado. Cuando era joven. Cuando era joven vivía ileso. Tenía la convicción -yo no sabía nada de Estadística- de que, por la teoría de la probabilidad -yo no sabía nada sobre la probabilidad-, en el cosmos había otras civilizaciones. Tenía que haberlas. En la inconmensurable galaxia de ceros -por teoría de probabilidades- tenían que caber otras vidas símil humanas. Cuando era joven.
Ahora la Estadística me es una fidelidad fraudulenta y la probabilidad ya no me existe. Ahora -sosegado, cierto-, vivo en la convicción de que no. De que en el cosmos no hay otros hombres. De que en el cosmos no cabe tanto caos. Vivo en la convicción de la redonda, adelante soledad.
PoesíApp: El sobre volador
Un poeta granate de mediados del siglo pasado me nombró su albacea. Sabía que había leído todos sus versos. Sabía que, incluso, algunos de sus versos los hubiera escrito yo. Me gustaría haberlos escrito. Lo sabía. En su testamento, que cuidé, que cuidé se cumpliera al pie de la tierra, me legó un sobre. Un sobre de aquéllos de aquel siglo. Correo postal aéreo. Tafileteado en discontinuos azul y rojo. Un sobre volador... Dentro, como una nube, en papel de carta de grueso gramaje, en letra de estilográfica, me llovía, póstumo: "Acepté vivir para ser brezado por Ella. Pero nunca... Cuando finalmente llegó, Ella era la Otra". Ese verso no se lo había leído. Nunca. Pero todos los días lo escribo.
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