domingo, 16 de marzo de 2014

Tautología

La edad me llena de manías. Colmo de extravagancias el tiempo. La vida y las rarezas están repletas de mí. No mucho más, cierto, que una manía es mi seguir. Aprieto los dientes, por ejemplo. Con denterosa constancia subconsciente aprieto mis dientes. En la boca, como una cárcel, los dientes se muerden con saña. Mientras conduzco. Mientras leo. Ahora mismo. Mientras paso. La boca, como una caníbal tautología, se mordica a sí. Los dientes se hiperajustan y se presionan y se apresan. Y duele. Me duele. Me duelo a mí mismo.

Me muerdo, me machaco, supongo, para defenderme. Para esperarme. Para esconderme. Y, sin embargo, sólo me daño. La manía me daña. Me aña. Me envejece. La edad…

La edad, en su bucle, me llena de manías. De chifladuras. Aprieto el corazón, por ejemplo. Con palpitante constancia subconsciente me aprieto el corazón. Ahora mismo. Plagado de dientes mi corazón cardiófago se mastica a sí mismo. Y duele. Me duele. Me hace daño. Hiere.

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