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Libros en el aula (Fotografía Pexels) |
Antes que nada quiero pediros perdón por el portazo del otro día. Os confieso que, desde mi desasosiego y confusión, no fui consciente de cometerlo. También quiero pediros perdón por no haberme dado cuenta, esa infausta mañana, de vuestro miedo, de vuestro miedo natural, de vuestro miedo que, exactamente, era lo que perseguían. Desde el miedo paralizante es difícil reaccionar.
Me parece que la huelga estaba justificada. Concuerdo con la reivindicación de dignidad laboral y salario justo para muchos profesores jóvenes de la Universidad del País Vasco. Ahora bien: los diez energúmenos que irrumpieron en nuestra clase no eran profesores, no pueden serlo, nunca podrán serlo. Reventar la puerta, interrumpir violentamente la lección de un colega, gritar consignas y exhibir pancartas, amedrentaros a vosotros y a mí, acorralarme, prostituir la palabra en bruta fuerza, vencer, no convencer, son actitudes propias de matones, no de académicos. Lo que os enseñaron fue lo implacable de la violencia, la prepotencia de la palabra coercitiva, la imposición del silencio de goma oscura.
Perpetraron un pequeño, pero gravísimo, acto de terror. Infundieron miedo de fina arena. Bajo el pretexto de la huelga atacaron la ciudad de los gitanos. Otra vez.
Ante aquellos diez fornidos chulos me sentí, porque lo estuve, desamparado. Y fracasado. Y viejo. Y diminuto. Y jondamente frágil.
Os confieso, también, que soy un llorón. Lloro por aquéllos a los que quiero. Lloro por aquéllos que me quieren. Lloro por el caballo malherido. Lloro por la bailarina sin caderas. Desde mi corazón vulnerado quiero agradecer la infinidad de visitas y llamadas telefónicas de docentes de la Facultad y miembros del Decanato. Pero, sobre todo, sobre todos, quiero agradeceros el hecho innegable de vuestra asistencia a clase en una jornada que se preveía peligrosa. Quiero agradeceros vuestra presencia posterior en mi despacho, gota a gota, hasta colmar un mar que me bañó de alegre pena, no de pena negra. Quiero agradeceros vuestras lágrimas, que no merezco, que lamento - hasta el vértigo - haber causado.
Os anuncio que no voy a abandonaros. Que de ninguna manera ramera voy a abandonar esta clase. Ni puedo. Ni quiero. Ni os voy a traicionar. No sólo os necesito porque no sería profesor sin vosotros, sino porque me habéis ganado el corazón. Lo habéis penetrado. Y me gusta teneros. Ahí. Os anuncio también que retomamos a Lorca. Que no vamos a permitir que acallen a Federico. Otra vez. Os anuncio que, tal vez, su fuego haya incendiado esta aula. Mira, aquí está. Os anuncio que, tal vez, Federico no sólo repose en Víznar sino que su duende trasparente está jugando. Mira. Aquí.
Facultad de Letras, UPV/EHU
Vitoria, 11 de marzo de 2024