Voy a escribirte hoy el capricho de tu vuelo. Acogedor pantalón, tibio guante postinero, cada vez que descalzado de ti intento ahorcarte en la cárcel del ropero, mi antojadizo pantalón titiritero, te escurres de la percha y tocas suelo y parece como si quisieras -automóvil- emanciparte. Semoviente. Soltero. En airoso vuelo de franela resbalas y, cada vez, por un momento, el esqueleto de tu raya te sostiene en pie, erguido, tenso, como balbuciendo un paso. El primero. Inmediatamente, claro, te derrumbas en el pozo del armario y te pliegas y te contraes y te achatas como un acordeón muerto. Como un pantalón muerto. Como un hombre muerto.
Mi queridísimo pantalón libertario y tesonero, pantalón reincidente, intentadizo, pantalón vitalista y volandero, siempremente derrotado, prisionero, mi pantalón viejo, para ti estos versos contritos de tu descomunal alcaide.
De "Cartas a mis cosas"
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