Como una mano rota está temblando
como sólo un hombre puede hacerlo:
tiritando desde el norte hasta los tuétanos,
temblando el alma, el amor temblando.
Tirita tanto que tirita cuando
está dormido y cuando está despierto,
le tiritan los ojos y el invierno,
metros de piel le siguen tiritando.
Tirita porque no tiene la palabra,
porque lleva descalzas las respuestas,
porque a sus manos una lágrima se asoma
más grande aún que el hambre de su cara,
más grande que el tamaño de su pena,
más grande que el color de su persona.
De "Sonetos Despacio"
que bello.
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