sábado, 4 de junio de 2016

Tirado en la cuneta de la guerra

Tirado en la cuneta de la guerra
se desangra a solas el herido.
Si amigo o enemigo haya sido
no sé. Ahora es poco más que tierra.

Amorosa, prensil, la muerte perra
se aferra vencedora al vencido.
La vida, pequeñuela, ha huido.
Sólo queda la boca, que se cierra.

Herido del suburbio de la historia,
herido olvidado y preterido,
herido decididamente muerto,

herido sin espacio y sin gloria,
tu boca inerte, tu labio caído,
tu silencio es lo único cierto.

De "Sonetos despacio"

martes, 17 de mayo de 2016

Mi querido cupido de porcelana

Entre el sinfín de bagatelas que despueblan mi casa, antes, emigrante de mí mismo, la ociosa vista se me ha ido a parar en ti, mi querido cupido de porcelana. Como un angelote cursi, tu figura obscena, ciega y sonrosada y rolliza, me ha recordado la gelatina de un sapo y un chabacano anuncio de neón. Un aviso de neón. Una advertencia de neón. En tu carcaj llevabas, como diminutas flechas, diminutas flechas de oro, ciego diosecillo, para hacer amar. Entre todas ellas, transportabas también una saetilla de plomo, mínima como un dardo, para hacer odiar. Mi miope idolillo, mensajero cegato, entre tanto oro, una puntilla de plomo para hacer odiar...

Charro flechero de porcelana, alcahuete topocho y nalgudo, mi obscena figurilla mamarracha, grotescamente sabia, tu disfraz no puede ocultar tu puntería, tu aterradora inteligencia. Blanco soy.

De "Cartas a mis cosas"

viernes, 1 de abril de 2016

Rex Tremendae

En verdad te digo, señor, que no hay nadie más vulnerable que un rey caído. Por eso yo, muerto, y todos los hombres buenos, muertos, seremos exquisitamente indulgentes contigo en ese vertiginoso momento. Apeado de tu majestad tremenda y siendo ya un desgraciado como cualesquiera otra criatura, vencido, categóricamente vencido, ilimitadamente, en ese vertiginoso momento, digo, tanto yo, muerto, cuanto todos los hombres buenos, muertos, todos los justos, pues, erigidos en jueces, graciosamente te salvaremos en ejercicio de agua, resueltos en fuente de piedad por ti.

De "Réquiem".

miércoles, 2 de marzo de 2016

A mis lectores, agradecido

El autor de este blog se dirige a sus lectores

"La Bitácora de Lázaro Valbuena" supera las 25.000 páginas leídas

Juan L. de la Cruz
Una de las moléculas de la belleza de la lectura es su misterio. Es ya un misterio que el poeta sea poeta y escriba. Podría ser poeta y tallar hiedras preciosas. Por ejemplo. Pero el gran misterio, el asustador, es que al otro lado del poema, allá en el precipicio de los versos, haya un hombre leyéndolo. Un hombre al que no conozco pero al que conozco por mis versos. Un hombre que no me conoce pero que me sabe en mi voz.

Una de las moléculas de la belleza de la lección es su misterio. A mí me fascina que estas páginas digitales cuenten veintitantasmil lecturas anónimas. Lecturas de yo no sé quién aunque le presiento. Te presiento. Lector hermano en la fraternidad de la palabra exacta, etéreamente electrónica, cálidamente volandera.

domingo, 28 de febrero de 2016

Mi queridísimo esparadrapo

Circular, como un buen amigo, me abrazas el dedo levemente herido. Me endedas. La yema cortada en suavidad de filo te hospeda, samaritana tirita, hospitalaria. La yema enferma y tú, apósito caritativo. Has frenado mi sangre y la has acogido como un cáliz acuna el vino. Como hace el cáliz con el hijo. Paternalmente me has rodeado vendándome de algodón, de calor, de mimos. Al amor de tu pecho la hemorragia lo ha entendido y han cicatrizado las efemérides en mis latidos.

Camarada mínimo y compasivo, sobre todos bueno, compañero mediquillo, misionero tejido, cantinero y lazarillo, hermano esparadrapo, para ti el talco de estas palabras, su humor de cromo y mercurio.

"De "Cartas a mis cosas"

sábado, 30 de enero de 2016

"El tete de la vida"

Hasta el más cruel de los hombres siente un insuperable escrúpulo que no le deja matar a un niño, decía Lázaro Valbuena a sus alumnos. Hasta el más inhumano aprecia una humanidad incipiente, completa, sagrada, inviolable, lábil, en los hoyuelos de un bebé que, glotón, chupa indolentemente el tete de la vida. Hasta el más desnaturalizado columbra en la fragilidad infantil una raíz, un hilo, una vibrante mariposa de humana tierra. Pues pensad en esto, decía Lázaro Valbuena a sus alumnos. En que en todo hombre se conserva el niño. En que en todo hombre se agazapa la reminiscencia de una infancia persistente. Resistente. En que en todo hombre perdura, se obstina un muchachito perenne. Ocupando juguetón, terco. Ocupando todavía los primeros dedos de sus centímetros, la primera vida de sus pasos. El niño que fue insiste en el hombre que es. El hombre consiste en poco más que un niño que se permanece, crece y se arruga. Matar a un hombre es un abominable infanticidio. Porque todos los niños posibles se alojan en cada muerto. Se hospedan en él. Se cobijan. Matar a un hombre es desahuciar al niño que amorosamente le quedaba, le amanecía dentro.

De “Lázaro Valbuena”

martes, 22 de diciembre de 2015

El recuerdo de mi madre

Mientras yo doblaba la camisa me he acordado de mi madre. Mientras yo doblaba escrupulosamente la camisa. Alineando los ojales. Plegando pechera y mangas con milimétrica exactitud. Hace muchos años -la camisa, aunque está nueva, es vieja- mi madre le pegó uno de los botones del cuello. Impecable. Cosido justamente en su sitio. Sin provocar una arruga.

Me he emocionado acordándome de mi madre mientras yo doblaba la camisa. Imaginando cómo hizo la compostura. Poniendo todo cuidado. Mimando cada puntada. Calzada con su dedal de plata. Que me fascinaba. Me he emocionado por tanto esmero como prodigó a la prenda. Graciosamente. A mi prenda…

De "Teoría de fragmentos".

domingo, 13 de diciembre de 2015

Mi querido clip

Quiero hoy anotar tu gracia, cómo religas el vértigo de las separaciones, cómo haces naturaleza de la juntura. En el meandro de tus circunvoluciones haces río perfecto de las cosas dispares, acercas en el metal de tu agua orillas viejamente contrapuestas, estrechas ciudades enemigamente históricas. A tu suave presión se rinden adversarios imposibles, patrias odiantes, fronteras insalvables, uniformes desnudos, apartijos y simas. 

Mi querido clip agudo y redondo, clip (vocación) puente, fierro humanista, síntesis dialéctica, pirata definitivamente legal, quiero hoy anotar tu gracia, cómo transformas el pan y el vino, cómo juegas, cómo arriesgas. Cómo aglutinas. Arrimo.

Mi querido clip adolescente y antiquísimo, gracioso y pensativo, juez de paz, rara harmonía, para ti en estas palabras la república toda de mi corazón.

De "Cartas a mis cosas".

domingo, 15 de noviembre de 2015

Soneto despacio para mi hijo, que pierde el tiempo


Pudiendo regalarte a la belleza,
cederte, en verdad que no comprendo,
hijo, por qué en lugar de darte ardiendo
te hielas más acá de la simpleza.


Derrochas, manirroto, tu fiereza,
irrecuperables, las horas, confundiendo;
buscas al revés, retrocediendo,
creyendo atirantarte en tu firmeza.

La belleza se ofrece pudorosa,
recatada, latente, invisible,
manifiestamente transparente,


elocuentemente silenciosa.
Sé, hijo mío, hábil, piel, sensible.
Atrévete. Ríndete. Sé valiente.


De "Sonetos despacio".

sábado, 31 de octubre de 2015

Mi queridísima planta artificial

Quiero ahora decirte, dejar escrita, tu radical extravagancia. La paradoja de tu naturaleza. Muerta, cómo te permaneces enhiesta, primaveral, florida, en pie de -fingida- tierra. Viva -porque estás ahí, yo no te invento-, cómo te ajas, cómo dimiten tus pétalos de su rubor, cómo te empolvas con pátina de mueble. De arpa olvidada. Mi querida planta artificial, ficción desleída, la erección mantenida de tu tallo es baladronada pura, apócrifa potencia de escayola. Los insectos te rehuyen y el sol te hiere. Te destiñe. Te desanima. Te asombra.

Mi querida planta artificial, te estoy diciendo -escrita- tu vegetal humanidad de yeso. Cómo vives sin vivir en ti. Deshabitada. Vigorosamente muerta.

De "Cartas a mis cosas"

domingo, 11 de octubre de 2015

Lux Aeterna


En verdad te digo, señor, que, a pesar de todos los pesares, de nuestros pecados tercos, de nuestra condición insuperable de corderos, de nuestra carencia de dioses, de nuestro ser huérfanos, o, quizás, por todo ello, brillará una luz inextinguible y débil, muy endeble, para nosotros. 

Porque la muerte guarda una pequeña alma misericordiosa para sus muertos. Porque la muerte luminosa no nos pretende sempiternos ciegos. Porque la muerte se resigna a que, incluso muerto, un hombre es un hombre. 

No puede descansar de serlo.

De "Réquiem".

domingo, 4 de octubre de 2015

Kyrie Eleison

En verdad te digo, señor, señor frío, que me afliges. Me aflige que no conozcas al hombre. Que nunca hayas descendido hasta su barro para cortar las azucenas. Que te permanezcas en un escarpado paraíso, en tu torre de marfil inabordable y hueca. Por cierto, tienes que saber que ningún hombre desea vivir en un paraíso. En tu paraíso. Los hombres, vivos o muertos, deseamos pugnar en una realidad abajada, flaca, en una tierra donde podamos estrellarnos, en una estrella donde poder enterrarnos. Yo, que lo sepas, odio los paraísos. Tu paraíso. Los artificios imposibles e ilusos donde el hombre, el hombre auténtico, el de carne y hueso, el de sangre y fuego, no cabe. En verdad te digo, señor, que me afliges. Tu eterna equivocación. Tu soberbia eterna. Tu ignorancia desdeñosa y áspera. Y por eso, señor frío, cuando yo vivía, y ahora con fervor de muerto, tengo piedad de ti. Te tengo piedad. Te conmisero. Es decir: intento traer tus miserias a mi corazón. Te compadezco. Es decir: intento padecer la pobreza de tu púrpura en mí. Contigo. En verdad te digo, señor, que me afliges. Que me apiado de ti. Pero también te digo, señor, señor frío, que estoy harto. Que me tienes harto. Que estoy harto de ti.

De "Réquiem"

domingo, 20 de septiembre de 2015

Tipp-Ex

Hay un producto químico que borra lo escrito. Que hace desaparecer las palabras. Que las vacía. Que vuelve el blanco. 

Me parece un prodigio. Pero tengo la sospecha de que, acechando bajo esa albura encubridora, las palabras proscritas se permanecen. 

Acechando...

De "Teoría de Fragmentos"

domingo, 13 de septiembre de 2015

Mi queridísima alianza

Sabes, no me gusta el oro. Pero en ti el oro está hecho de dedos. Desvelado yo, esta noche el oro se me ha revelado bueno. Insomne yo, esta noche te he descubierto en la mano en la que llevas tanto tiempo. Estando. Resistiendo. Tanto y yo casi sin saberlo. Te lavas cuando me lavo las manos. Te estrechas cuando las estrecho. Cuando besas, beso. Y yo casi sin saberlo. De tanto permanecer conmigo. Sustancia mía. Compañera. Tu oro se ha hecho de mis dedos.

Despabilado yo, esta noche, mirándote, anillo mío, dos letras se me han puesto de manifiesto. Enlazadas. Dos letras. Dos iniciales. Dos potencias. La mía, la de ella. Dos letras grabadas en la tersa meseta de tu circunferencia. Todo mi mundo en dos letras. Mi querida alianza de oro. Contigo. Conmigo dos letras. Sustancia mía. No quiero quitarte. No puedo quitármelas. De oro. De dedos. Enlazadas. Dos letras.

De "Cartas a mis cosas"

domingo, 26 de julio de 2015

De la mano

El lugar era feo. El tramo final, sin salida, de la escalera. A ninguna parte. Habíamos subido, ella y yo, clandestinos, sin saber adónde. Habíamos subido disfrutando cada escalón. Cogidos de la mano. Subiendo el corazón en cada peldaño. Jadeando cada beso. Habíamos llegado. Arriba. El lugar era feo. Un descansillo ciego. Sucio. Una escombrera perdida que embellecimos labio a labio. Como un palacio abandonado.

“De Teoría de Fragmentos”.

domingo, 19 de julio de 2015

Hostias et Preces

En verdad te digo, señor, que no tienes que suplicarme el perdón, ni alabarme, ni ofrecerme ningún sacrificio. Dios derrocado, serás amnistiado gratuitamente porque para mí y para todos los hombres muertos buenos es más fácil exonerarte que odiarte. Ni yo ni ningún otro hombre ya muerto queremos eternizar nuestra muerte en rencor hacia ti. La eternidad es demasiado tiempo detestándote. A diferencia de ti no conozco el rencor perenne. No quiero conocerlo. No quiero malgastar mi muerte. En verdad te digo, señor, que creo que tú, como máximo otro, también tienes una alma que se puede cuidar. Que se puede alimentar. Que se puede convertir. Yo y todos los hombres muertos a los que has atormentado queremos que pases, señor, a la buena muerte. Al lado de la bondad. A la banda de la fragilidad prometedora.

De “Réquiem”.

domingo, 5 de julio de 2015

Sanctus

En verdad te digo, señor, que no se puede ser dios bueno si se es dios de los ejércitos. Que no se puede ser hombre bueno si se es hombre de los ejércitos. La santidad, claro, dios mío, no es posible. Pero es absolutamente inalcanzable en ningún cielo ni en ninguna altura. En verdad te digo, señor, que es una impostura la santidad cerca del brillo de las armas o en el vértigo de arriba. Sólo puede aspirar a ser santo -ola inconseguible- el poeta que se permanece a ras de palabra, en el fango en el que crecen las azucenas. La santidad, si es, es cosa de abajo. De muy abajo. Sólo de abajo.

De "Réquiem"

domingo, 28 de junio de 2015

Mi queridísimo botellín de agua

Como un cachorro san bernardo, mi fiel botellín de agua, tan humano, al rescate de mi voz perniquebrada, rotos tantas veces la tibia y el peroné de mi palabra. Perrillo restaurante de la fatiga crónica de mi canto, mi querido botellín. Ameno botellín lluvia, refrescante, bebedizo, botellín sindical y justiciero -aguacero-, te me das generosamente líquido para saciar el hambre de mis amígdalas, para aliviar las ampollas de la voz, la garganta de la fiebre. Te canto hoy el puño cerrado de estos versos, el himno de esta carta. A ti, camarada acuífero, activista lustral de la internacional de la bondad. 

Mi queridísimo botellín de agua, leve, adecuadamente femenino, casi como una botella, como una perrilla, botellín siempre conmigo, igual que mi nombre, botellín que bautizas -hidráulico- mi campanilla, para ti mi gratitud toda.

De "Cartas a mis cosas"

domingo, 21 de junio de 2015

Confutatis

En verdad te digo, señor, que, a tu diferencia, yo y todos los hombres buenos, todos muertos, ya muertos, no condenaremos a nadie. Ni siquiera, claro, a ti. Recién converso a la rasante verdad. Yo entiendo que, pudiendo perdonar, hay que perdonar. Yo entiendo que condenar eternamente -nada menos que eternamente- no es ejercicio de bondad. Sino ejercicio de venganza. De sobrepoder. No sólo hay que perdonar al arrepentido. O al justo. Eso es fácil. Perdonar, digo, al arrepentido o al justo. Lo misericordioso es saber perdonar al injusto empecinado. Al malo. Al otro. Ése es el ejercicio de compasión incondicional del bueno. En verdad te digo, señor converso, que ni yo muerto ni los buenos hombres muertos, erigidos en muertos jueces, rechazaremos a los malditos ni los entregaremos a las llamas. No haremos ceniza de ningún corazón. Tampoco del nuestro: jubiloso en su magnanimidad. Supliquen o no, perdonaré, perdonaremos a todos desde nuestra acendrada piedad.

De "Requiem"

domingo, 14 de junio de 2015

El soldado muerto

Desde hacía unas horas, unos días quizá, tenía al soldado entre sus brazos. Al soldado muerto entre sus brazos. Muerto. El soldado no tenía brazos. Tenía entre sus brazos a un soldado sin brazos. Y muerto. A un soldado que había muerto sin brazos. ¿Dónde estaban los brazos del soldado muerto que tenía entre sus brazos? ¿Dónde los brazos muertos del soldado abrazado? Desde hacía unas horas, unos días quizá, abrazaba a un soldado muerto sin brazos. También estaban muertas las piernas del soldado al que abrazaba. Y el vientre también estaba muerto. Y la boca. Todo el soldado estaba muerto. Excepto los brazos. Que también estarían muertos. Pero que no estaban... Llevaba horas, días, quizá, abrazado a un soldado muerto sin brazos. Como aferrándose.

De "Teoría de fragmentos"